La sustancia; Apocalipsis Z: El principio del fin; Terrifier 3; Hell Hole
La coincidencia durante el mismo día de festival de dos de los títulos más controvertidos del año, La sustancia y Terrifier 3, me sirve como pretexto para reflexionar por escrito sobre un asunto al que le llevo dando vueltas desde hace unos días. Tanto la cinta de Coralie Fargeat como la de Damien Leone han levantado ampollas y comentarios airados en todos los certámenes por los que han ido pasando. En Cannes, un periodista acreditado dijo que nadie debería someterse a la desagradable experiencia de ver La sustancia (lo dijo después de haberla visto él, claro, que al parecer sí que estaba emocionalmente preparado para ello); y sin salir de Francia, Terrifier 3 ha sido prohibida para menores de 18 años, una restricción de edad que no se aplicaba en el país vecino desde el estreno de Saw III, en 2006. ¿A qué viene de repente esta oleada de censores asustadizos? ¿Qué hostias está pasando?
Películas de terror tan intensas que ofenden a las mentes bienpensantes las ha habido siempre. Los años 70 fueron un hervidero de ellas, porque el público de mediana edad acudía a ver “el estreno del mes” sin informarse demasiado, pensando que los monstruos con los que se iba a encontrar seguían siendo variantes de Drácula, Frankenstein y el Hombre lobo. YouTube está lleno de vídeos sacados de noticiarios televisivos de la época, en los que se puede ver a familias enteras, incluyendo a hijos adolescentes o incluso niños, saliendo en estado de shock de un pase de El exorcista, Tiburón o Alien. En la década de los 80 la gente ya sabía lo que había y era impensable que alguien se metiese en una sala donde se proyectaba Holocausto caníbal, La mosca de Cronenberg o Henry, retrato de un asesino creyendo que iba a ver a la familia Von Trapp cantando Do-Re-Mi.
Si hacemos elipsis hasta los dosmiles, recordaremos que Martyrs o A Serbian Film también la montaron fina (que se lo pregunten, si no, al director del festival Ángel Sala), pero aquello acabaron siendo tormentas en un vaso de agua porque, de nuevo, eran películas que solo veía quien quería verlas; de hecho, dudo que toda esa gente que ponía denuncias y exigía prohibirlas las llegase a ver en realidad.
A Serbian Film, siempre con nosotros
Sin embargo, en los últimos años la multioferta de plataformas de streaming, con su chorreo constante de estrenos a un solo click de distancia, está mezclando un poco las tendencias de todo el mundo; y una de dichas tendencias es que el cine de terror, digamos “extremo”, está empezando a ser consumido fuera de su nicho natural, por masas de público mainstream al que le pica la curiosidad. Esto ocurre cuando la película en cuestión tiene algún elemento que dicho público reconoce y que le genera morbo (La sustancia está protagonizada por una Demi Moore recién entrada en la sesentena, lo cuál ha sido la comidilla de toda la prensa rosa), y se ve reforzado por campañas de marketing que venden el producto como una experiencia nueva y adrenalítica, similar a una atracción de parque temático. Incluso en cuentas tuiteras especializadas en cine fantástico, que se supone que deberían tener algo de criterio a la hora de seleccionar noticias, se han podido leer estos días estupideces sobre el número de peña que ha vomitado o se ha largado de la sala a media proyección de La sustancia o Terrifier 3.
En estos casos no podemos decir que se trate de espectadores despistados, pero está claro que no tienen ni la mirada ni la mente entrenadas para contemplar cómo alguien es abierto en canal con una motosierra, o cómo le sale una cabeza mutante por el culo, y entender que la recreación de lo grotesco es precisamente lo que da razón de ser a ese tipo de propuestas. Por supuesto no tienen por qué gustarles, pero en lugar de asumir que se trata de películas lejanas a su sensibilidad y que son ellos quienes se han metido donde no les llamaban, se indignan, ponen el grito en el cielo y exigen que la censura actúe para salvarnos a todos; y lo peor es que, como son el espectro mayoritario de clientes que mantienen a esas plataformas, se les está empezando a hacer caso (lo que decía antes sobre la calificación de Terrifier 3 en Francia). Me parece muy bien que un género tradicionalmente maldito se abra a públicos más amplios, pero que no nos toquen las narices a quienes llevamos toda la vida consumiéndolo con normalidad. Si no les gusta, que no miren.
Voy con las cuatro pelis de hoy:
LA SUSTANCIA (Coralie Fargeat, Reino Unido, 2024)
Trailer, fotos, sinopsis y ficha
Elizabeth Sparkle (Demi Moore) es una actriz que antaño estuvo en lo más alto: una carrera memorable, el amor incondicional del público y hasta su propia estrella de la fama en Hollywood. Pero el tiempo es cruel y, ahora que las arrugas asoman, las veinteañeras de culo prieto empiezan a hacer cola para sustituirla. Cuando has sido un ideal de belleza deseado por todos, el abismo de la decadencia física y la irrelevancia social puede producir mucho vértigo. Poco después de que la despidan de su propio programa televisivo de fitness, Elizabeth descubre por azar la existencia de un producto rejuvenecedor llamado “La sustancia”, que se comercializa de manera absolutamente clandestina y que, según reza su propaganda, “crea una mejor versión de ti mismo”. Una vez que la desesperación ha disipado todas sus dudas, Elizabeth decide aplicarse La sustancia.
Sin embargo, como ocurre casi siempre con los remedios mágicos y los pactos fáusticos que parecen demasiado buenos para ser ciertos, el tratamiento tiene unos estrictos protocolos de uso que deben ser cumplidos a rajatabla. Huelga decir que, a medida que nuestra protagonista recupere su lozanía y su fama, se irá relajando poco a poco hasta empezar a saltarse dichos protocolos. La película nos muestra con todo lujo de detalles las espantosas consecuencias de semejante negligencia; y quiero hacer hincapié en lo de “con todo lujo de detalles”.
"Lista para filmar el reboot de Striptease cuando quieran"
Exageradísima fábula sobre la obsesión de la sociedad de consumo por mantener listones imposibles de juventud, belleza y fama, La sustancia podría verse como una reimaginación de “El retrato de Dorian Grey” pasada por una picadora de body horror pasado de vueltas. Fargeat mantiene el foco de la historia completamente cerrado sobre sus temas principales, sin malgastar un gramo de grasa en tramas secundarias ni en personajes accesorios, y haciendo gala de la misma contundencia visual (el diseño de producción es flipante) que ya mostró en su obra de debut, la divertidísima e inteligente Revenge, para quien esto escribe la mejor película de violación y venganza en décadas.
La directora sabe que no está inventando nada, sino renovando lo que otros muchos hicieron antes que ella, por lo que lejos de intentar sublimar su catarata de referentes los coloca en primer plano y de manera obvia, guiñando el ojo al espectador. Por supuesto hay mucho del Cronenberg de Videodrome, del Stuart Gordon de Re-Animator y del Brian Yuzna de Society, pero también, en una serie de decisiones menos obvias, del Hitchcock de Vértigo y del Kubrick de El resplandor (los pasillos y los lavabos de la cadena de televisión parecen un ala del hotel Overlook) o 2001: Una odisea del espacio (la alucinación de la protagonista tras meterse el primer chute de La sustancia recuerda al viaje superlumínico del astronauta Bowman más allá de Júpiter).
El resto lo aporta una Demi Moore pluscuamperfecta en su desesperación, su vacío emocional y su auto-odio, muy bien contrapunteada por Margaret Qualley como su reflejo aún más perverso, egoísta y falto de escrúpulos, y por un Dennis Quaid al que su papel de descerebrado director de la cadena de TV le permite explotar como nunca antes toda su capacidad para el histrionismo. Mientras sigan apareciendo propuestas tan singulares, frescas, cuidadas, magnéticas y valientes como La sustancia, quienes respiramos cine fantástico podremos dormir tranquilos. Monstruosamente cojonuda.
Venusentencia: Venus Hall of Fame
APOCALIPSIS Z: EL PRINCIPIO DEL FIN (Carles Torrens, España, 2024)
Trailer, fotos, sinopsis y ficha
Basada en la novela homónima de Manel Loureiro, Apocalipsis Z: El principio del fin describe las primeras semanas de una pandemia zombie a través de los ojos de Manel, un abogado gallego deprimido por la muerte accidental de su novia un año atrás, que se enfunda un traje de neopreno a fin de evitar las mordeduras infecciosas (¿cómo es que esto no se le había ocurrido antes a nadie?) y corre todo tipo de peligros para intentar llegar a Vigo, donde se encuentra el último helicóptero que puede llevarle hasta un lugar seguro.
Apocalipsis Z: El principio del fin es una adaptación en general aseada, más fiel al libro en lo conceptual que en las particularidades de su trama. Posiblemente muchos de los cambios vengan motivados por la necesidad de convertir en un guion clásico su desestructurado formato original de diario en primera persona, pero sin duda los más importantes se han debido a motivos presupuestarios (para filmar lo que ocurre en las calles de Vigo según la novela, hubiese hecho falta el presupuesto de una superproducción de Hollywood). En el camino se han quedado personajes y escenas que tenían mucha gracia (si bien Loureiro es un escritor regulinchi en cuanto a estilo, desde luego sabe cómo engancharte), pero lo realmente importante está en casi todo. La historia resulta particularmente atractiva en su primer acto, que tiene la paciencia de mostrar cómo se desmorona el mundo, y pierde algo de interés en su predecible parte final, más anclada en tópicos del género zombi al estilo de cualquier episodio de The Walking Dead.
"¡Esto por decir que la empanada argentina es mejor que la gallega!"
Quizás la principal pega que se le puede poner a un producto tan digno como Apocalipsis Z: El principio del fin es que, mientras que la novela se escribió en la cúspide de la fiebre por las historias sobre hordas de no muertos (de hecho, se la acusó con razón de fusilar conceptos de otras obras como Diario de una invasión zombi o Guerra mundial Z), la peli llega cuando estamos todos ya un poco hartos del asunto. De hecho, la propia cinta parece asumir ese hartazgo, no deteniéndose en ningún momento a aclarar si se trata de infectados o de muertos vivientes, una decisión discutible porque en varios momentos la narración parece saltarse sus propias reglas internas, decantándose hacia la opción que más le conviene (si todas las características que me muestras son las de infectados estilo 28 días después, no me saques luego un bebé zombi)
Pero vamos, que en conjunto la cosa cumple de sobras, está bien rodada, logra generar una agradable sensación de empatía derivada de que todo ocurra en Galicia (y no en California), acierta bastante con el actor protagonista (Francisco Ortiz) y te deja con ganas de que su estreno sea un éxito, para que su final completamente abierto justifique una secuela.
Venusentencia: Copas de yate
TERRIFIER 3 (Damien Leone, EUA, 2024)
Trailer, fotos, sinopsis y ficha
¡Art the Clown ha vuelto! ¡Celebrémoslo! La nueva entrega de la que posiblemente sea la saga de terror que más presupuesto ha gastado jamás en sangre falsa está ambientada durante las Navidades, cinco años después de los hechos de Terrifier 2, y nos cuenta la resurrección del payaso asesino (totalmente inverosímil, pero tendrás que creértela si te quieres divertir), así como el reguero de hombres, mujeres y niños despedazados que va dejando a su paso, mientras se dirige a explicarles cuatro cosas a los personajes que quedaron vivos en esa segunda parte.
Por si a alguien le quedaban dudas, Terrifier 3 consagra ya definitivamente a Art the Clown como el gran icono gore del siglo XXI, con una cinta igual de punk y divertida que las anteriores, pero de narrativa mucho menos redonda. A la saga le empiezan a pesar la ausencia de sorpresas, cierta obsesión por subir constantemente el listón de cafradas (aquí no lo logra: nada en Terrifier 3 supera la escena del dormitorio de Terrifier 2) y la lógica pérdida de tensión que conlleva recurrir a la misma “final girl” del capítulo anterior (una de las cosas que ponían los pelos de punta en la Terrifier original era lo impredecible y random de los asesinatos; nadie estaba a salvo de acabar convertido en relleno para salchichas, ni siquiera la presunta protagonista).
"Este año el relleno del pavo lo pongo yo"
Además, se le detectan varios socavones de ritmo, algo normal teniendo en cuenta el gusto creciente del director Damien Leone por detallarnos los traumas que arrastran las víctimas supervivientes, así como la mitología del payaso, que a medida que se va complicando y adquiriendo características demoníacas requiere explicaciones cada vez más prolijas (el tipo ya empieza a estar más cerca de los cenobitas de Hellraiser que de un slasher puro). Mientras que Terrifier 2 era un experimento libre y absolutamente loco, Terrifier 3 se ha convertido en una fórmula, en un medicamento con prospecto.
Dicho todo lo anterior, este tercer episodio mantiene intacto lo más fundamental: las muertes dantescas, convertidas casi en filigranas de arte pop (impagable ver a Art vestido de Santa Claus haciendo un ángel sobre un charco de sangre). El secreto con las cintas de esta serie siempre ha estado en verlas con pocas expectativas. Eso fue lo que convirtió a la primera en un sorpresón y a la segunda en un clásico instantáneo. Quien espere que la tercera sea otra cosa que una fiesta hemoglobínica en la que celebrar cada desmembramiento con un chupito, se equivocará. Por suerte, los 1.300 fans que llenaban el Auditori sabían perfectamente a qué habían venido; y no, no ha vomitado nadie.
Venusentencia: Copas de yate
HELL HOLE (Toby Poser y John Adams, EUA, 2024)
Trailer, fotos, sinopsis y ficha
El colectivo conocido como “Adams Family” (un matrimonio más hijos que se dedica a escribir, protagonizar y dirigir películas de terror en el extremo más periférico del cine independiente), vuelve a Sitges con su nueva chaladura, en esta ocasión una monster movie de infecciones tras los pasos de La Cosa, Alien y Cabin Fever, con salpicados de comedia. Había ganas de verla, tras haber disfrutado en ediciones pasadas del festival con otros títulos suyos tan carismáticos como Hellbender y Where the Devil Roams; pero, desgraciadamente, a Hell Hole no hay por dónde pillarla, y quizás incluso marque la altura máxima de listón que los Adams pueden saltar con su concepto de terror “do it yourself” sin caer en el quiero y no puedo.
Rodada en Serbia y con un equipo profesional, Hell Hole es, hasta ahora, la Adams Movie que ha contado con un mayor presupuesto, y desde luego es la Adams Movie donde dicho presupuesto está peor invertido. Ya empieza mal la cosa, con un prólogo tirando a absurdo ambientado en 1814, en el que unos supuestos soldados napoleónicos perdidos en un bosque (y digo “supuestos”, porque van ataviados con uniformes de la guerra de independencia, 50 años anterior, en una pifia de vestuario bastante cómica), son crujidos por un monstruoso parásito con aspecto de haber suspendido el examen de acceso para formar parte de los mitos de Lovecraft. Tras esto, la acción se traslada a la actualidad, donde un grupo de prospectores que están excavado esa misma zona desentierran sin querer al bicho, y empieza la fiesta de infecciones y muertes gore.
"Así me quito la espinita de no haber salido en el Napoleón de Ridley Scott"
El guion absolutamente insulso y convencional (salvo por un girito sorpresa que podría dar para mucho, pero se queda en simple anécdota), la sobredosis de chistes fuera de sitio (en muchas ocasiones, incluso contradiciendo el lenguaje corporal de los personajes, que afirman estar cagados de miedo pero siguen lanzándose chascarrillos rollo “No te vendría mal una ducha, jaja”), los diálogos-chapa pseudobiológicos sobre hombres molusco, el escaso talento interpretativo de casi todo el elenco, el montaje de planos patoso, la puesta en escena cutre y fea, la postiza banda sonora heavymetalera y una historia mil veces vista convierten a Hell Hole en una decepción dolorosa. Esperemos que esto se haya quedado en un experimento para quitarse una espinita, y que los Adams vuelvan al terreno del folk horror casero basado en personajes, que tan simpáticos resultados les había venido dando hasta ahora.
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