Fábula suicida con Nikolaj Coster-Waldau en un hotel de la misma cadena que el de Langosta
¿Sería un buen negocio montar un hotel pijo en el que te ayudan a suicidarte a la carta? Por supuesto. Entre los suicidas a los que le falta valor para tirarse de un sobreático, los chapuceros que se intentan ahorcar de una viga y les cae la viga en la cabeza, y los que desean aportar un toque de elegancia, sofisticación y glamour a su muerte provocada, no duden que dicho hotel sería un negocio redondo. ¿Que desea morir en los brazos de Marilyn Monroe, y ya puestos, después de un polvo? ¡Hecho! Deseo concedido... siempre y cuando abone la factura por adelantado.
De eso va Suicide Tourist, de un hotel pariente del de Langosta de Yorgos Lanthimos, por presentar un toque surrealista y otro onírico sin estar exento de sentido del humor, en el que los huéspedes se pasean por él en pijama a rayas a modo de uniforme de presidiario, y agotan sus últimas 48 horas entre comidas en lujosos salones, espirituales clases de yoga, reuniones de grupo, e incluso veladas de ocio nocturnas, mientras preparan y esperan su gran final definitivo.
"Nada, ni dejándome bigote consigo que se aleje el invierno"
Suicide Tourist tiene un punto de partida fulgurante, con un Nikolaj Coster-Waldau interpretando al ciudadano danés medio, convenientemente afeado para la ocasión con gafas de Jerry Lewis, bigote de Groucho Marx y peinado de Andy Kaufman, transformado en el vigilante nocturno que jugaba con los maniquíes en el spot de dibujos de la O.N.C.E. (vano intento de alejarse de la imagen de Jaime Lannister), en el que por arrastrar un tumor cerebral, decide ingresar en el hotel de los suicidas.
"Suicide Tourist se acaba quedando a medio camino de lo que promete, tanto como thriller fantástico como tema de debate"
Arranque al que sigue una más que prometedora continuación al presentar de manera impecable el hotel de marras, pero que se acaba perdiendo en una innecesaria complicación de guión sumada a un exceso de elementos oníricos en su último tramo, que acaban convergiendo en un final confuso abierto a múltiples lecturas. Si sólo tienen tiempo de ver media película, pónganse la primera mitad, y no se preocupen por el final que yo se lo cuento (o mejor dicho, les cuento mi interpretación).
"Nada, ni poniéndome en remojo a 60 grados me despego de Jaime Lannister"
Una lástima, porque la consecuencia es que Suicide Tourist se acaba quedando a medio camino de lo que promete, tanto como thriller fantástico como tema de debate. Pero ya está visto que al director Jonas Alexander Arnby no le interesa ni profundizar en el tema ni dar respuestas, como ya demostró en su anterior peli Cuando despierta la bestia, fábula licántropa. Lo que pone cachondo a Arnby es retratar el drama humano del personaje, ya sea por convertirse en una mujer lobo o por querer suicidarse.
Todo ello rodeado de la mejor fotografía y puesta en escena posible, para que en Hollywood vean que en Europa también sabemos hacer películas cucas y monas, aunque el argumento de la película encaje mejor en un episodio de Black Mirror que en un largometraje, como le ocurre a Suicide Tourist (y ya puestos, a Cuando despierta la bestia). La próxima vez que alguien quiera suicidarse, que se deje de hoteles pijos e ingrese en el Club de los suicidas de Fernando Tejero.
INFORME VENUSVILLE
Venusentencia: Dos Caras Harvey
Recomendada por Kuato a: quien no se atreva a suicidarse ahogándose porque no sabe nadar.
No recomendada por Kuato a: quien tenga huevos de suicidarse viendo seguida la filmografía de Uwe Boll.
Ego-Tour de luxe por: tener el cuajo de contratar a Nikolaj Coster-Waldau para afearlo, teniendo la posibilidad de poner a Javier Bardem sin necesidad de maquillaje.
Atmósfera turbínea por: ay, ese falso final, objeto de horas de discusiones de barra, puerta de bar y acera de la calle...
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