Body horror feminista con Demi Moore y Margaret Qualley jugando al Profesor Chiflado
Elizabeth Sparkle (Demi Moore) es una actriz que antaño estuvo en lo más alto: una carrera memorable, el amor incondicional del público y hasta su propia estrella de la fama en Hollywood. Pero el tiempo es cruel y, ahora que las arrugas asoman, las veinteañeras de culo prieto empiezan a hacer cola para sustituirla. Cuando has sido un ideal de belleza deseado por todos, el abismo de la decadencia física y la irrelevancia social puede producir mucho vértigo. Poco después de que la despidan de su propio programa televisivo de fitness, Elizabeth descubre por azar la existencia de un producto rejuvenecedor llamado “La sustancia”, que se comercializa de manera absolutamente clandestina y que, según reza su propaganda, “crea una mejor versión de ti mismo”. Una vez que la desesperación ha disipado todas sus dudas, Elizabeth decide aplicarse La sustancia.
Sin embargo, como ocurre casi siempre con los remedios mágicos y los pactos fáusticos que parecen demasiado buenos para ser ciertos, el tratamiento tiene unos estrictos protocolos de uso que deben ser cumplidos a rajatabla. Huelga decir que, a medida que nuestra protagonista recupere su lozanía y su fama, se irá relajando poco a poco hasta empezar a saltarse dichos protocolos. La película nos muestra con todo lujo de detalles las espantosas consecuencias de semejante negligencia; y quiero hacer hincapié en lo de “con todo lujo de detalles”.
"Un par de dosis más y ya podré hacer Striptease 2"
Exageradísima fábula sobre la obsesión de la sociedad de consumo por mantener listones imposibles de juventud, belleza y popularidad, La sustancia podría verse como una reimaginación de “El retrato de Dorian Grey” procesada a través de una picadora de body horror pasado de vueltas. La directora y guionista Coralie Fargeat mantiene el foco de la historia cerrado a cal y canto sobre sus temas principales, sin malgastar un gramo de grasa en tramas secundarias ni en personajes accesorios, y haciendo gala de la misma contundencia visual (el diseño de producción y la fotografía son flipantes) que ya mostró en su obra de debut, la divertidísima e inteligente Revenge, para quien esto escribe la mejor cinta de violación y venganza en décadas.
Fargeat sabe que no está inventando nada, sino renovando lo que otros muchos hicieron antes que ella, por lo que lejos de intentar sublimar su catarata de referentes, los coloca en primer plano y de manera obvia, guiñando el ojo al espectador. Por supuesto hay mucho del Cronenberg de Videodrome, del Stuart Gordon de Re-Animator y del Brian Yuzna de Society, pero también, en una serie de decisiones menos obvias, del Hitchcock de Vértigo y del Kubrick de El resplandor (los pasillos y los lavabos de la cadena de televisión parecen un ala del hotel Overlook) o 2001: Una odisea del espacio (la alucinación de la protagonista tras meterse el primer chute de la sustancia recuerda al viaje superlumínico del astronauta Bowman más allá de Júpiter).
“Exageradísima fábula sobre la obsesión de la sociedad de consumo por mantener listones imposibles de juventud, belleza y popularidad”
El resto lo aporta una Demi Moore pluscuamperfecta en su angustia vital, su vacío emocional y su auto-odio dismórfico. Ella es la viga maestra que sostiene todo el peso emocional de la historia, el único personaje por el que puedes llegar a preocuparte; y lo harás desde la incomodidad de saber que se trata de un ser humano fallido, roto y trágicamente equivocado, al que quizás abroncarías a gritos si lo tuvieras delante: la mejor escena, en una cinta dominada por lo hipergrotesco, es simplemente Elizabeth mirándose a un espejo y desmaquillándose antes de una cita, presa de la ira, incapaz de verse como otra cosa que un patético espantajo a pesar de lucir estupenda para el espectador (esa catarsis viene precedida de un plano increíble en el que, justo antes de salir de casa hacia la cita en cuestión, se ve reflejada en el pomo metálico de la puerta y se queda helada).
Los demás personajes son contrapuntos a la protagonista, aunque sean contrapuntos excelentes. Margaret Qualley provoca escalofríos como su doppelganger aún más perverso, egoísta, fetichizado, robótico y falto de escrúpulos, y Dennis Quaid explota como nunca lo había hecho antes toda su capacidad para el histrionismo, interpretando al descerebrado director de la cadena de TV. Son dos caricaturas de villano que representan la presión de una industria y una sociedad absolutamente despiadadas con el aspecto físico femenino. Nos representan a todos nosotros.
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No debería extrañarnos que la oleada de elogios internacionales a La sustancia haya generado, casi a continuación, cierta contraofensiva de hate un tanto malintencionado, señalando que la premisa sobre la que se sustenta toda la historia no está bien aterrizada, que pretende denunciar la cultura de la hipersexualización, pero que a la vez hipersexualiza a sus protagonistas con primeros planos de traseros y tetas, o que no tiene personajes sino arquetipos. Quizás todas estas críticas deberían repasarse los significados de “sátira” y “fábula", porque denunciar los supuestos agujeros de guion (que no, no los tiene, si uno analiza con una mínima profundidad las motivaciones de los personajes), en una historia cuyos mecanismos narrativos y tono granguiñolesco apuntan de manera casi exclusiva al cuento moral, es como denunciar la lógica interna de “Caperucita Roja”.
Vamos, que ni puñetero caso. La sustancia es un ejemplo brillante de cómo modelar el cine de terror, aunando su potencial para la metáfora más fina con su facilidad para anonadar al espectador con impactos visuales de una brutalidad extrema. Es una obra que mezcla lo sugerente y lo zafio de forma orgánica, poniéndolo todo en el mismo plano de importancia (la película se puede ver a dos niveles: el reflexivo o el puramente disfrutón; de manera similar a obras como La naranja mecánica o El club de la lucha); por lo tanto, es normal que polarice y espante a un público mainstream que no está acostumbrado a que lo desafíen de esta manera. Eso buscaba Coralie Fargeat y lo ha logrado con creces. Mientras sigan apareciendo propuestas tan singulares, frescas, cuidadas, magnéticas y valientes como ésta, quienes respiramos cine fantástico podremos dormir tranquilos. Monstruosamente cojonuda.
INFORME VENUSVILLE
Venusentencia: Venus Hall of Fame
Recomendada por Kuato a: cualquiera que esté envejeciendo regular, debido a la presión social de querer parecer siempre joven, y necesite que le den una bofetada (metafórica) de realidad.
No recomendada por Kuato a: quien, cuando le digan que La sustancia es una peli de terror en la que Demi Moore sale desnuda, piense que va a ser una mezcla entre Striptease y Ghost.
Ego-Tour de luxe por: dignificar un subgénero por lo general tan trash y de nicho como el body horror, envolviéndolo en celofán y llevándolo al gran público de la mano de Demi Moore. Ha sido la monda ver los jetos de los tertulianos de programas de TV rosa comentando la película.
Atmósfera turbina por: las críticas que está recibiendo Coralie Fargeat por no hacer un cine “para mujeres” más literal, canónico, discursivo y aburrido.
■ LA SUSTANCIA. "The Substance" (2024). Dirección y guión: Coralie Fargeat. Reparto: Demi Moore, Margaret Qualley, Dennis Quaid, Hugo Diego Garcia, Joseph Balderrama, Oscar Lesage, Alexandra Barton, Oscar Salem, Gore Abrams, Tiffany Hofstetter, Jordan Ford Silver, Vincent Colombe, Matthew Géczy, Olivier Raynal, Philip Schurer, Robin Greer, Daniel Knight, Tom Morton, Viviane Bossina. ESTRENO EN VENUSVILLE: 11/10/2024.
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