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Miedo y asco en Sitges 8º día: Invasor; Sinister; A Fantastic Fear Por Chema Pamundi |
<En la cola de acceso de prensa del Auditori se oyen a veces unas conversaciones de lo más didácticas. Ayer, justo delante de mí, cuatro reputados críticos (no daré nombres; baste decir que al menos a un par de ellos se les ha visto bastante por la tele), se arremangaron y se pusieron a arreglar la historia del cine. Empezaron con el típico refunfuñar marujil (“Qué mal está la cosa”, “Ya no se hacen películas como las de antes”, etc). A partir de ahí se fueron animando, y la discusión les condujo hasta una serie de títulos de los años setenta que en su opinión, y pese a “estar muy bien”, a la larga habían hecho mucho daño por su influencia nefasta en todo lo que había venido después.
Siguiendo dicho hilo, estos cuatro custodios del saber cinéfilo acabaron por concluir que, para preservar la pureza del séptimo arte, hubiera sido necesario matar a George Lucas antes de que pudiera hacer Star Wars, a Spielberg antes de Tiburón, y a Coppola antes de El padrino (sobre este caso particular hubo cierto debate, pues aún salió alguno a defenderle apuntando que después había hecho Apocalypse Now, que al parecer también era “salvable”). Sí, desde luego no se puede decir que se quedaran cortos. En resumen, el discurso eterno: lo intrínsecamente popular es malo, lo elitista es bueno.
Yo creo que, en vez de contratar a un francotirador para liquidar a Lucas, Spielberg y Coppola antes de que tuvieran tiempo de joder la marrana con su “arte aberrante”, sería mucho más fácil que esos críticos dominados por el cinismo cambiaran de trabajo y se dedicaran a escribir sobre, no sé, alfarería, macramé, caza y pesca, o cualquier otra cosa que no les produzca una úlcera. A mí, que soy un descerebrado que todavía va a los estrenos y al festival de Sitges con la ilusión de un quinceañero, me parece que debe de ser muy frustrante tener que trabajar en algo que en el fondo odias. ¿La punchline del asunto? Que hoy por la mañana, uno de esos mismos cuatro críticos se ha presentado en el Auditori llevando una camiseta con el cartel estampado de Tiburón. Di que sí. Ole tus huevos.
En fin, dentro películas:
Invasor (Daniel Calparsoro. España, 2012)
A Daniel Calparsoro tendríamos que cuidarlo más, porque es uno de los poquitos directores españoles que sabe filmar tiroteos como Dios manda. Invasor es un digno tebeo de acción conspiranoica dirigido al mismo público que vibra con la trilogía de Jason Bourne o con los thrillers del malogrado Tony Scott. No les llega ni a la suela del zapato a ninguno de ellos, claro está, pero es cine de género bien filmado, que no ofende tu inteligencia y te entretiene de principio a fin. Tal como está el panorama del cine español, esto ya es muchísimo.
Alberto Ammann interpreta a un sanitario del ejército español que resulta gravemente herido durante una acción de combate en la guerra de Irak, perdiendo además la memoria sobre dicho episodio. A su vuelta a casa, convaleciente, irá recordando poco a poco lo sucedido, hasta darse cuenta de que la feria no fue tal como se la han contado. Le da la réplica Karra Elejalde, como un siniestro agente a sueldo del Ministerio de Defensa, que llegará hasta donde haga falta para asegurarse de que la verdad de lo sucedido no salga a la luz.
"Y no la titulamos `Invasor 211` para que nadie piense que hay 210 anteriores"
Invasor es la segunda incursión de Calparsoro en el tema militar, tras Guerreros, y desde luego es bastante más sólida y mejor acabada que aquélla. La película se beneficia de una pareja de antagonistas carismáticos (Ammann aguanta sin problemas el peso dramático como héroe de la función, y Elejalde está igual de bien que siempre como villano sin escrúpulos), y de un argumento sencillito pero bien desarrollado.
La cantidad de títulos vistos cada día en Sitges acaba por distorsionar tu percepción de las cosas. Por tanto, yo no sé si pagaría una entrada por ver Invasor en el cine, pero tampoco soy tan cerrado como para negar que me lo he pasado pipa, que Calparsoro tiene muy buen ojo para los encuadres, que la persecución en coche por las frías y grises calles de A Coruña no desmerece comparada con cualquiera que haya protagonizado Matt Damon, que las localizaciones iraquíes cuelan perfectamente (leí por alguna parte que esas escenas están rodadas en Lanzarote y Fuerteventura), y que en general los tres millones de presupuesto invertidos parecen bastantes más.
Lo que más me ha gustado de Invasor es la falta de complejos a la hora de copiar un modelo de éxito. ¿Si funciona, por qué no hacerlo? Ah, pero hay que saber hacerlo bien. El cine español, tan dado al ensimismamiento y la caspa, necesita de más Calparsoros, directores capaces de rodar cine de género sin pedir perdón. Este tío es bueno.
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Sentencia Quaid: Copas de yate |
Sinister (Scott Derrickson. E.U.A., 2012)
De verdad que a veces los fans del fantástico tenemos que hacer unos actos de fe del copón para creernos los comportamientos de los personajes en las pelis de terror. ¿A qué espera Ellison (Ethan Hawke), el protagonista de Sinister, para trincar los bártulos e irse de esa puñetera casa? ¿A que le maten a toda la familia? Aparece en su altillo una caja con un proyector y una colección de películas super 8 en las que se ve a diferentes familias siendo asesinadas. Por las noches se oyen extraños ruidos y el proyector se conecta aparentemente solo. Una noche en particular, el tipo se cae desde el altillo al tiempo que se le dispara la cámara del iPhone, y en la foto resultante pueden verse unas manitas fantasmagóricas que le han empujado. En serio, ¿a qué coño espera? ¿Necesita unos fuegos artificiales delante de la entrada que formen en el cielo la palabra "largaos"?
Sinister está cortada por el mismo patrón que decenas y decenas de películas anteriores sobre "familia que se muda a una casa nueva y empiezan a pasar cosas raras que afectan especialmente a los niños". Es un modelo que se ha probado ya demasiado, y desde Poltergeist muy pocas veces se ha hecho bien (de los ejemplos recientes, a mí me gustó Insidious, pese a su tramo final de tren de la bruja). Aquí el protagonista es un escritor de libros de investigación criminal, que tuvo un debut exitoso hace diez años y anda desesperado por repetirlo. A tal efecto, se muda con su mujer y sus dos hijos a una casa de campo en la que toda una familia fue asesinada hace décadas, con intención de escribir un best-seller sobre el tema. Los sucesos raros empiezan ya la primera noche, pero Ellison decide mantenerlos en secreto. Realmente NECESITA escribir ese libro.
"Al menos no me han puesto el horrible peinado que lucía Johnny Depp en La ventana secreta..."
Sinister es una excelente idea argumental (que de hecho funciona sin problemas de principio a fin de la película), lastrada por una realización tópica que se plega a todas las servidumbres y efectismos gratuitos del cine de terror de Hollywood (sí, incluyendo un plano final con susto). La película funciona, pero es mucho menos escalofriante de lo que podría llegar a ser si no forzara tanto la nota. Scott Derrickson es el director de El exorcismo de Emily Rose y el remake de Ultimátum a la Tierra, dos películas que también hubieran mejorado bastante con algo más de sutileza y menos trucos visuales de prestidigitador de feria.
El mejor momento de Sinister no es ningún susto, sino una larga discusión matrimonial entre Ellison y su esposa, una vez que ella se entera de que están viviendo en un hogar que fue escenario de una masacre. Es una escena larga, creíble, intensa, muy bien filmada, y le hace a uno plantearse que Scott Derrickson es un director potencialmente excelente. Pero si se empeña en seguir añadiendo trampa y cartón a sus películas, esa es una duda que quizás no resolvamos nunca.
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Sentencia Quaid: Dos Caras Harvey |
A Fantastic Fear of Everything
(Crispian Mills, Chris Hopewell. Reino Unido, 2012)
> A FANTASTIC FEAR OF EVERYTHING web del festival
Debut en la dirección de Crispian Mills, el rubito aquel que en los años 90 y primeros 2000 fuera líder de la banda de pop-rock psicodélico Kula Shaker. Muy bien, pues el muchacho ya ha demostrado que sabe cómo dirigir cortos, ahora solo falta que se atreva algún día con una película. Lo digo porque desde luego, A Fantastic Fear of Everything no es una película. Es un cortometraje alargado. Alargadísimo. De hecho, la cosa se divide en tres capítulos tan diferenciados entre sí que podrían considerarse tres cortos empalmados (más un pasaje de animación en slow-motion hacia el final, que en cierto modo ejerce de "cuarto acto" de la historia).
El primero de dichos capítulos nos presenta a Jack, el protagonista (encarnado por Simon Pegg), un escritor que a base de documentarse para un libro sobre psicópatas de la Inglaterra victoriana ha desarrollado una fobia irracional a ser asesinado, y para evitarlo permanece encerrado a cal y canto en su apartamento, saltando de miedo cada vez que ve moverse una sombra u oye un ruido fuera de sitio. Esta parte es básicamente una sucesión de gags físicos, algunos de los cuales funcionan y otros no (uno que sí: el prota se pega accidentalmente un cuchillo a la palma de la mano con Superglue). La cosa dura más de media hora y se hace pesadísima, con un exceso de narración en off (utilizada como una patosa muleta para largar al espectador una serie de datos que el guión es incapaz de plasmar en imágenes), y un Simon Pegg entregado pero agotador, a medio camino entre las muecas del Jack Nicholson más encocado y el lenguaje corporal de Chiquito de la Calzada.
"¿Qué pasa? A sigourney Weaver le sucedía lo mismo en Copycat y bien que colaba"
El segundo acto traslada la acción a una lavandería, e introduce al personaje de la chica. Si esta parte parece ligeramente mejor que la primera, es solo porque es más corta (su mejor chiste son unos calzoncillos volando en cámara lenta). El tercer y último episodio tiene lugar en un sótano, y de repente la película se convierte en una parodia del cine de psychokillers que pretende servir de coda a la historia y convertirla en una fábula moral.
Ninguna de las tres partes de la película funciona en absoluto. A Fantastic Fear of Everything es pomposa, excesiva (en el mal sentido), llena de refencias obvias (de Hunter S. Thompson a los Monty Python de la etapa Flying Circus) e innecesariamente larga. Es el típico trabajo de un debutante que está convencido de que lo suyo es la leche, y que no está dispuesto a cortar un plano, a eliminar una sola idea. Ni siquiera sus tres o cuatro bromas con gracia, o el tour de force payaso de Simon Pegg, salvan una obra que se va empequeñeciendo a medida que se le suman elementos. Demasiado pan para tan poca manteca.
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Sentencia Quaid: Condenada a alforfones |
El hombre de las sombras (Pascal Laugier. E.U.A., 2012)
> EL HOMBRE DE LAS SOMBRAS web del festival
En un pequeño pueblo minero del estado de Washington desaparecen niños. La cosa viene pasando desde hace años, y la policía nunca ha logrado detener al culpable ni encontrar los cuerpos. Ante la falta de respuestas, los lugareños han empezado a desarrollar una fábula para explicar el misterio: los chavalines son secuestrados por un amenazador ser embozado en ropajes negros, al que se conoce como “El hombre de las sombras”. La doctora del pueblo, Julia (Jessica Biel), deberá enfrentarse cara a cara con lo que se oculta tras esa leyenda, cuando el hombre de las sombras escoja a su pequeño como siguiente víctima.
No soy un gran fan de Martyrs (conozco a bastante gente que sí; es muy sencillo: están equivocados). Recuerdo que le vi el cartón enseguida. Muchos espectadores salieron del pase de prensa en Sitges 2008 ofendidísimos, incluso se habló de desmayos y vómitos. Sin embargo, la provocación gratuita que buscaba su director era tan obvia, y la justificación final de la película era tan patillera, que no mordí el anzuelo en ningún momento. Me pareció (y me sigue pareciendo) una cinta de violencia extrema bien rodada, pero vacía y ridícula.
Ahora bien, reconozco que con su nueva película, El hombre de las sombras, Pascal Laugier ha estado bastante más cerca de sacarme de mis casillas. De hecho la vi ayer, pero he preferido dejar pasar 24 horas antes de reseñarla, para enfriarme los ánimos y poner las cosas en perspectiva (también porque así podía incluir cuatro títulos en la crónica de hoy, que siempre queda más vistoso). Muy bien, pues ya se me ha pasado el calentón, pero el veredicto es el mismo: El hombre de las sombras es un ejercicio de demagogia y banalidad moral repugnante. A ver, oye, que no pasa nada. Rambo también lo es, y bien divertida que resulta. El hombre de las sombras es mucho menos divertida que Rambo.
"Al leer `Hombre alto` creí que era una de Phantasm y ahora resulta que va en plan Tesis"
Por respeto a quienes insistan en perder dos horas de existencia viéndola, no revelaré ninguno de sus trucos argumentales. Me limitaré a decir que El hombre de las sombrasmuta de piel varias veces a lo largo de su metraje. Ello produce ciertos desajustes de tono, pues el filme carece de un centro de gravedad definido, saltando constantemente de la action-movie al thriller psicológico y de ahí al terror de apariencia paranormal, pero sin acabar de romper la pana en ninguno de esos subgéneros. Demasiados platos girando a la vez. Así, uno puede llegar a mostrarse sorprendido o incluso admirado con la historia que cuenta la película, pero cuesta llegar a pasar verdadero miedo o tensión con ella. Es más, en el último tercio desentraña sus alambicados secretos de la manera más anticlimática posible: mediante un montón de diálogos explicativos.
A nivel lógico, la película puede deslumbrar en una primera impresión, pero en cuanto la piensas a fondo te das cuenta de que hace aguas. Por mucho que su guión esté bien trenzado, también está lleno de trampas imposibles de detectar para el espectador. Con lo cual, realmente la explicación final que lo revela todo podría ser la que es, o ser cualquier otra (por ejemplo, con unos pocos ajustes de diálogos podría llegar a justificarse que quien secuestra a los niños son los marcianos). Respecto al plan del villano, es un claro ejemplo de la frase “matar moscas a cañonazos”. O sea, existen mil métodos mucho más sencillos y efectivos de lograr lo que quiere.
Pascal Laugier tiene pinta de haberse quedado prisionero de una especie de “efecto M. Night Shyamalan” que debe aplicar en todas sus películas. En su caso, más que de armar un final sorpresa se trata de generar controversia, de ofender al espectador aunque eso convierta la trama en inverosímil. El problema es que El hombre de las sombras carece del menor sentido de la ironía. Por tanto, su final no parece intentar avivar ningún debate ni denunciar nada, sino solo aleccionar a los espectadores, como si fuera un spot de propaganda de la ultraderecha. Sigo sin querer hacer spoilers, así que para entendernos pondré un ejemplo bastante gráfico: es como si Los niños del Brasil estuviera rodada de manera que los nazis quedaran como los buenos del asunto. ¿Y luego dicen que El Caballero Oscuro: la leyenda renace y Dreddson fascistas? Hay que joderse…/>
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Sentencia Quaid: Condenada a alforfones |
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