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SITGES 2012 crónica día 7: Chupasangres varios

   

Chupasangres varios

7º día de festival: Antiviral;
Grabbers; Wrong; Drácula 3D

Por Chema Pamundi

 

<Entre las actividades paralelas que siempre han dado más personalidad al festival de Sitges me gustaría destacar las exposiciones de material cinematográfico. En años anteriores recuerdo haberla gozado con la expo de memorabilia de Star Wars, o con la espatarrante muestra de maquetas, muñecos y máscaras del titán de los FX Stan Winston (así de memoria creo que había una cabeza original de Depredador, otra de Terminator, y un pulse rifle de Aliens, entre otras cosas).

   ¿Y qué tal la exposición de este año? Pues el tema para la exposición de este año parece ser “Los recortes presupuestarios”, porque consiste en una única y solitaria urna, a la salida del Auditori, que contiene el fusil de asalto que llevaba Will Smith en Soy Leyenda y un maletín con mierdecillas varias de la Umbrella Corporation de Resident Evil. Punto. Una cosa buena sí que tiene: es rápida de ver.

   Películas, por favor:

 

 

Antiviral (Brandon Cronenberg. Canadá, 2012)

> ANTIVIRAL web del festival

   Ser el hijo de David Cronenberg y querer dedicarse a dirigir cine fantástico debe de ser a la vez una bendición y un marronazo (y si necesitan ustedes que les explique el por qué, mal vamos). Para su debut tras la cámara, da la impresión de que Brandon Cronenberg no ha querido ni plantearse el asunto, y ha tirado por la calle de en medio haciendo exactamente la película que le apetecía. Antiviral tiene la clarísima impronta del cine de su padre, desde luego (las mismas obsesiones fetichistas por lo deforme y lo enfermo, la misma gelidez escénica...), pero es a la vez el debut de un director que intenta encontrar su propia voz.

   La obsesión fetichista que describe Antiviral es la de una sociedad distópica en la que el culto a la celebridad ha alcanzado tal nivel de chaladura, que usted puede pagar para que le transmitan enfermedades virales que afectan a famosos (y que son publicitadas como si fueran nuevas marcas de perfume), o degustar unos deliciosos filetes hechos a base de células cultivadas de su actor o modelo favorito. En este entorno se mueve el protagonista Syd March (interpretado por el lechoso e inquietante Caleb Landry Jones), un vendedor para una de las empresas que facilitan estos productos, que además practica el contrabando a base de inocularse los virus exclusivos de la compañía para luego revenderlos en el mercado negro.

 

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"Póngame un shawarma de Brad Pitt y un kebab de Johnny Depp"

 

   Antiviral explora su idea de inicio usando un formato de cine negro casi de manual, y ahí es donde Brandon Cronenberg se distancia de las películas de su padre, que eran más inclasificables y estaban más interesadas en lo metafórico que en el desarrollo académico de la trama. Si bien eso da a Antiviral una personalidad diferenciada, uno acaba echando de menos un poco más de idas de olla y experimentación al estilo de Scanners o Videodrome, en vez de una trama de espionaje industrial de ejecución algo espesa, que hace que la segunda mitad de la película vaya perdiendo fuelle paulatinamente. Aún así estamos ante un debut notable, bien filmado y con un look que ha sabido exprimir cada céntimo invertido (todos esos espacios blancos y asépticos en los que se mueve el protagonista no solo dan el pego a nivel visual, sino que de hecho ayudan a contar la película). Para empezar, no se le puede pedir más al chico.

 

 
Sentencia Quaid:
Copas de yate

 

 

Grabbers (Jon Wright. Reino Unido, Irlanda, 2012)

> GRABBERS web del festival

   Esta película sí que la hemos visto montones de veces: una horda de monstruos sobrenaturales invade un pueblo aislado en el quinto coño, y los lugareños tienen que hacer frente común para sobrevivir. Normalmente el protagonista es el sheriff o jefe de policía local, y la amenaza pueden ser zombis, babosas del espacio, parásitos mutantes, ovejas asesinas, electrodomésticos que cobran vida, o una mezcla de todo lo anterior. Es un subgénero que los aficionados al fantástico conocemos como la palma de la mano, y al que no solemos pedirle nada más que unos FX decentes (o al revés: tan malos que hagan gracia) y un par de horitas de entretenimiento elemental. De vez en cuando, no obstante, te encuentras con un título que te cae especialmente simpático, que por los motivos que sean sabe elevarse por encima del material que trata. Grabbers es uno de esos títulos.

   En Grabbers, la mencionada amenaza son unos viscosos bichos de aspecto cien por cien lovecraftiano (todo tentáculos y bocas llenas de dientes), que caen desde el espacio al mar en una zona remota de la costa irlandesa, y tras llegar a la playa ponen bajo asedio el primer pueblo que se cruza en su camino. Enseguida vemos que los bichos en cuestión se alimentan succionando la sangre de sus víctimas, y que el alcohol resulta ser un veneno mortal para ellos. Con lo cual, la única solución de supervivencia que se les ocurre a los aldeanos es encerrarse en la taberna local para cocerse a cervezas y chupitos como si no hubiera mañana, intentando que su tasa de alcohol en sangre sea tan elevada que los aliens renuncien a atacarles (o se envenenen cuando lo hagan). Teniendo en cuenta que Irlanda es el país del mundo con mayor índice de borrachos per capita, está claro que los pobres extraterrestres están bien jodidos (me imagino que en su planeta natal, o su nave nodriza o lo que sea, al genio que planeó esa mierda de invasión se le va a caer el pelo).

 

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"Aquí sólo se priva, el que quiera esnifar que se vaya a The Faculty"

 

   Como ya habrá supuesto el lector, Grabbers es una comedia, que le roba cositas diversas a filmes como Gremlins, Slither o la inevitable Zombies Party. Los primeros 20 minutos, hasta que el suspense gira definitivamente hacia el humor burro, recuerdan incluso al Tiburón de Spielberg (lo cual nunca es una mala cosa). Grabbers empieza quizás un poco lenta pero va ganando velocidad todo el rato, y aunque en ningún momento aporta nada original (salvo por la idea de tener que ir taja para que no se te coman), nunca deja tampoco de ser divertida (los borrachos siempre hacen reír). No solo eso, sino que incluso le da tiempo a desarrollar con cierta profundidad a los dos protagonistas principales, y colar aunque sea de canto una historia de amor. Aparte, pese a ser una absoluta serie B (menos de siete millones de dólares de presupuesto) Grabbers tiene hechuras de auténtica serie A, gracias sobre todo a la ajustada puesta en escena y a los más que notables efectos especiales de Shaun Harrison (el mismo que hizo los de las dos últimas entregas de Harry Potter). Da la sensación de que el director de la película no ha malgastado ni un céntimo.

   Total, que tras la pedantería de algunas de las propuestas que hemos padecido en Sitges este año (como The Lords of Salem o Holy Motors), ahora no puedo por menos que elevar mi copa y proponer un brindis por un producto honesto y bien facturado como Grabbers.

 

 
Sentencia Quaid:
Copas de yate

 

 

Wrong (Quentin Dupieux. Francia, 2012)

> WRONG web del festival

   En la primera escena de Wrong vemos a un bombero cagando en medio de la carretera mientras lee la prensa, sin hacer el más puñetero caso a un vehículo que está ardiendo justo a su lado. En la segunda escena vemos un despertador que pasa de las 7:59 a las 7:60. Incluso aquellos que no hayan visto Rubber, la anterior película de Quentin Dupieux (aquella virguería de humor/terror surrealista protagonizada por un neumático asesino), deberían tener suficiente con esos dos momentos para imaginar la que se les viene encima con Wrong: nonsense puro. 

   Wrong no cuenta con un verdadero guión, sino apenas con un mero planteamiento: un hombre llamado Dolph pierde a su perro. Ya está. A partir de ese macguffin, el film te presenta a media docena de personajes y se dedica a ir encadenando pasajes absurdos con ellos: Dolph llama a una pizzeria a domicilio, y en vez de encargar nada interroga a la telefonista sobre el significado del logo de la empresa (un conejo llevando una pizza montado en moto). El jardinero de Dolph le informa de que una palmera del jardín se ha convertido de pronto en abeto. Dentro de las oficinas donde curra Dolph llueve permanentemente (ninguno de los presentes parece inmutarse).

 

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"Más rápido tiene su bebé Kristen Stewart en Crepúsculo: Amanecer 1 y nadie se queja"

 

   Pese a que Wrong sigue de cerca la estela y los códigos de Rubber, es menos sólida que ésta, más deslabazada. La naturaleza binaria de su trama (o Dolph encuentra al perro o no lo encuentra; no hay más), la hace algo más plana y previsible (ojo: todo lo previsible que puede ser una película en la que una chica se queda embarazada y da a luz al día siguiente). Tampoco tiene Wrong el discurso metalingüístico que tenía Rubber sobre el cine dentro del cine, ni hay ningún personaje que rompa la cuarta pared y hable directamente al espectador. Wrong es más absurda pero al mismo tiempo menos loca y afilada que Rubber. También es un cuarto de hora más larga, y eso la perjudica.

   ¿Parezco decepcionado? Pues no, no lo estoy. Tras una obra tan singular como Rubber, y sabiendo de antemano que Dupieux iba a recorrer similares derroteros con su segundo trabajo, imaginaba que no iba a tener la misma capacidad de volverme del revés, que me iba a parecer más cerebral y menos fresca. Pero vamos, que me lo he pasado bomba igualmente, y me he descojonado de risa unas cuantas veces. Wrong, como película sobre la confusión y arbitrariedad del día a día, es más cotidiana, más de brillar en los detalles, que la pirotécnica Rubber. Posiblemente eso la haga menos críptica y más accesible para el gran público. Eso sí, queda claro que la fórmula ya ha dado de sí todo lo que podía. Esperemos que el director francés también sea consciente de ello, y nos sorprenda con algo nuevo la próxima vez.

 

 
Sentencia Quaid:
Copas de yate

 

 

Dracula 3D (Dario Argento. Italia/Francia/España, 2012)

> DRACULA 3D web del festival

   Entro al Retiro a ver Dracula 3D como un borrego que sabe que va al matadero. Y efectivamente, lo que me encuentro es exactamente la atrocidad que me esperaba. No me gusta tener que demoler por completo la última obra de un maestro que ha firmado iconos del fantástico como El pájaro de las plumas de cristal, Suspiria o Rojo oscuro. No me gusta porque es muy fácil. Pero visto el resultado de Dracula 3D, no me queda más remedio que hacer sangre (nunca mejor dicho). Además, al fin y al cabo esta película es el desenlace natural del proceso creativo que la ha engendrado: si escoges a un director septuagenario, que dejó atrás su pico creativo hace más de cuarenta años, y le das financiación cero, material técnico de derribo y el 3D como única coartada que justifique el proyecto, el producto final va a ser muy parecido a un gag de cien minutos de “La hora de José Mota”.

   Se supone que por motivos presupuestarios, la película tiene lugar por entero en Transilvania. O sea, que se salta toda la parte del Demeter, la estancia del conde en Inglaterra y la huida final de vuelta al castillo. Esto no sería una mala decisión (todas las versiones fílmicas de la novela de Bram Stoker se han tomado sus licencias; no recuerdo ninguna que le sea fiel al cien por cien), si no fuera porque el guión de Dracula 3D es un montón de estiércol, los diálogos son de cartón, los actores están para darles con una bola de billar en la cabeza (atención especial a Unax Ugalde como un Jonathan Harker borderline, Rutger Hauer como un Van Helsing de servicios mínimos, y Thomas Kretschmann como un conde Drácula que hace pausas dramáticas en los momentos erróneos de todas sus frases), la iluminación es más postiza que la de un capítulo de Águila Roja (que ya es decir), y tanto los decorados como el atrezzo y el vestuario son de obra de teatro de aficionados.

 

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"No hagas caso, peor era el Brácula de Chiquito de la Calzada"

 

   Sí, evidentemente la falta de dinero es un lastre gordo, pero a la postre lo que hunde la película es la desgana con la que parece estar hecha. Porque si no había un duro, igual tocaba ser menos ambicioso, reduciendo el número de personajes al mínimo indispensable y atreviéndose a experimentar con la puesta en escena para ocultar las carencias. Pero no, Argento se emperra en rodar un Drácula canónico cuando sencillamente no le alcanza para ello. Es como intentar hacer volar una cometa de plomo.

   El resultado, por supuesto, es la comedia involuntaria. La gente se descojona ante los trucos baratos del 3D (curiosamente el único apartado técnico más o menos competente, pero que está absolutamente desaprovechado), ante la ridícula música de theremin (“¡UuuuUUUUUuuuuuh!” cada vez que el vampiro anda cerca), ante los efectos digitales que parecen pantallazos de un videojuego de los 90, ante el ridículo elenco de secundarios (el cura del pueblo es casi un enano, el alguacil lleva un bigote al que solo le falta la goma), ante algunas escenas que parecen producto de una indigestión de setas alucinógenas (Drácula se convierte en mantis religiosa), o ante exploits tan desafortunados por parte del director como sacar en tetas a su propia hija Asia (bueno, hay que decir que todas las tiazas de la peli enseñan mamella en un momento u otro) en lo que parece un homenaje inconsciente a títulos de la era del destape como El liguero mágico. Sin embargo, ni por ahí encuentra Dracula 3D una válvula de escape para convertirse en cult movie, porque entre “gag” y “gag” el ritmo se arrastra, con lo cual la risa acaba dando lugar a la lástima, y finalmente al tedio.

   En el fondo Argento se ha mantenido fiel a sí mismo, ha tratado de hacer lo de siempre. Lo que ocurre es que carece de los medios y posiblemente de la energía necesaria para que eso se convierta no ya en buen cine, sino en cine de cualquier tipo./>

 

 
Sentencia Quaid:
Condenada a alforfones

 

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