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Seabiscuit cogió su fusil Emociónense con la historia de amor más pura entre Por Chema Pamundi |
<Ya desde los inicios de su carrera, cuando empezó a combinar títulos tan dispares como Loca evasión, Tiburón y Encuentros en la tercera fase, quedó claro que hay básicamente dos Steven Spielbergs: el gamberro de los divertimentos de lujo, y el moralista de las GRANDES OBRAS (aquí las mayúsculas son imprescindibles). Quizás los ejemplos más palmarios de estas dos tendencias sean Parque Jurásico y La lista de Schlinder (curiosamente ambas del mismo año). A veces las dos categorías se mezclan, y así nos encontramos con escapismos como En busca del arca perdida a los que cabe considerar como obras maestras, o tochos pretenciosos como Amistad que no superan el listón de un “grandes relatos” televisivo. Este último es justamente el caso de Caballo de batalla, fallido intento de GRAN OBRA que acaba siendo probablemente el Spielberg más aburrido y moralmente fraudulento desde La terminal.
La trama de Caballo de batalla es el mecanismo de un sonajero: chico se hace amigo de un caballo. Chico pierde el caballo. Chico busca desesperadamente al caballo en medio del horror (el horror, el horror…) de la Primera Guerra Mundial en Europa. La cosa no será fácil, porque el cuadrúpedo va cambiando de manos constantemente (sirve en la caballería británica, pasa un tiempo oculto en una granja francesa, es capturado por los alemanes, se pierde en plena tierra de nadie…), pero el chico persevera.
"Lo de Viggo y su caballo en Océanos de fuego era solo sexo, lo nuestro es amor verdadero"
Caballo de batalla sigue otra de las pautas clásicas del cine de Spielberg: tomamos un suceso concreto y puntual, y desde ahí abrimos el prisma para acabar mostrando un gran fresco histórico y meditando sobre “temas importantes”. Spielberg ha recorrido ese camino muchas veces, y con suerte dispar, desde las fallidas pero voluntariosas El color púrpura, El imperio del sol o Munich hasta obras igual de maniqueas pero con bastante más fuste como Salvar al soldado Ryan (una comparación directa con la película que nos ocupa, por compartir con ella temática bélica). En Caballo de batalla lo intenta de nuevo, pero no le sale.
El filme tiene un evidente problema de tono, una sensación de apresuramiento (es un mastodonte de 146 minutos rodado en apenas dos meses, y se nota), y cierta falta de personalidad derivada de querer ser tres o cuatro películas a la vez sin decidirse nunca por ninguna de ellas. Empieza en la campiña inglesa con trazos del naturalismo clasicista de El hombre tranquilo o La hija de Ryan (John Ford y David Lean: dos de los tótems habituales de Spielberg), y la cosa se queda en una mera colección de estampitas muy monas pero sin sustancia.
"Fallido intento de GRAN OBRA que acaba siendo el Spielberg más aburrido y moralmente fraudulento desde La terminal" |
Cuando estalla la guerra y la trama se traslada a Francia, se transforma en la típica cinta de “aventuras con animales” al estilo de producciones Disney como Dumbo o El rey león, y aún se vuelve más aburrida (ojo, máximo respeto hacia las pelis de dibujos de la Disney, pero si el caballo se llega a poner a hablar –poco le falta-, juro que me levanto y me voy de la sala). De ahí vuelve a mutar en crudo y descarnado cine bélico, y durante un rato entretiene bastante (aunque las comparaciones con Senderos de gloria y Sin novedad en el frente sean tan odiosas como inevitables).
Al final, vuelve a hundirse en el lodo con un ñoñísimo climax sobre “la fuerza del destino”, “el poder de la fe”, y otras zarandajas que deberían hacer agitar el pañuelo blanco a cualquier espectador que haya superado la edad mental de ocho años. El guión de Caballo de batalla es un festival de la banalidad y el trazo grueso (algo que cabía esperar, viniendo de los guionistas de Billy Elliot: quiero bailar y Love Actually). Le falta profundidad, personajes y definición, todo lo cual lo acaba convirtiendo en una tabarra, en una película para la hora de la siesta.
"Por fin puedo ensayar el número zoofílico de la sala Bagdad"
Lo único que salva a Caballo de batalla de la modorra más absoluta es la habitual bacanal visual con que nos deleita Spielberg (o más bien su director de fotografía, Janusz Kaminski). Hay un asalto de trincheras, la “gran escena bélica” equiparable al desembarco en la playa con el que se abría Salvar al soldado Ryan, bastante espectacular; hay también un fusilamiento a dos fugitivos, filmado desde detrás de las aspas de un molino, que supone una prodigiosa lección de planificación y buen gusto; hay un momento de camaradería entre un soldado alemán y otro británico (el “honor entre guerreros” es uno de los temas clásicos de las ficciones sobre la Primera Guerra Mundial) que genera algo de genuina emoción; y hay unos cuantos planos finales morfológicamente preciosos (saqueados de Lo que el viento se llevó, eso sí). Pero ahí, en esos breves latigazos de buen cine, acaba todo. Y no, no es suficiente.
El resto es un lacrimógeno pastelito sin mucha enjundia, que no obstante hará las delicias de quienes disfrutaron con El oso, Colmillo blanco o incluso Babe, el cerdito valiente (al principio sale una oca muy chisposa). Basándose en un libro infantil (escrito por Walter Morpurgo a principios de los 80), Spielberg ha firmado una película infantiloide. Las dos cosas no son lo mismo, y en ese matiz es donde radica la diferencia entre la GRAN OBRA que el director de E.T. pretendía, y el pesadísimo melodramón que le ha salido./>
INFORME VENUSVILLE |
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Sentencia Quaid: Congelada en carbonita |
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Recomendada por Kuato a: quienes tengan en su ideario frases como “los animales son mejores que las personas”, o “hay animales más inteligentes que sus amos”. |
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No recomendada por Kuato a: el resto del mundo. En serio, mejor volver a revisar Las aventuras de Tintín (eso sí es un Spielberg como Dios manda), que dejarse ocho euros en este peñazo. | |
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Ego-Tour de luxe por: que tanto en la versión original como en la doblada los alemanes hablan entre ellos en inglés/castellano con acento alemán, y los franceses en inglés/castellano con acento francés (“¡La guegga, es la guegga!”), rollo inspector Clouseau. Digno de verse. | |
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Atmósfera turbínea por: es una pena que la Primera Guerra Mundial no sea un tema que acabe de cuajar bien en pantalla. No sé si será por la alargada sombra que proyecta Senderos de gloria, pero desde Gallipolli no recuerdo ningún otro título destacable. |
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