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BLANCANIEVES crítica: Paquirrina de las Nieves

   

Paquirrina de las Nieves

Blancanieves torera, muda, en blanco
y negro, y sin espejito al que preguntar

Por Anna Bou

 

<A inicio de texto, todavía no sé si me ha gustado esta Blancanieves made in Spain, aunque tengo claro que me ha encantado. Aviso a los navegantes: durante la siguiente crítica seré totalmente contradictoria (qué quieren queridos venusvilleros/eras, soy del género femenino singular, llevo la contradicción en la sangre).

   Ignorando que iba a ver una Blancanieves torera, la primera escena de la corrida en la plaza de toros me ha atrapado por completo (“bien, vamos bien”, me he dicho) pero durante la parte de Carmen-Blancanieves de niña y ante la aparición de tanto palmeo me he dicho: “mal, vamos mal”. Y no por una cuestión de afinidad o no afinidad con el castizo arte del tablao y los faralaes, sino simplemente por una cuestión de cliché: he llegado a preguntarme si no estaba viendo la película que regalarían al comprar un llavero estampado con un toro Osborne o con una flamenquita marca “Lola” para delirio de japoneses and company. Por no mencionar el terror a que esta peli desencadene una sucesión de Blancanieves cual barbies: la blancanieves española, la blancanieves francesa, la blancanieves mongola... Con tal dosis obesa de folclore mi último temor era que los enanitos fuesen Lina Morgan, Esteso y Pajares y otros miembros de la Gauche Divine hispánica. Pero esta premisa toreril de una Blancanieves apaquirriná pasa de idea absurda a genial cuando nuestra heroína se hace mayor y sigue el oficio de su diestro padre con la ayuda de unos enanos entre antológicos y serrano-pitufiles.

 

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"Si los enanitos de Blancanieves y la leyenda del cazador no eran siete, nosotros tampoco"

 

   Con ración extra de Blancanieves cinematográficas este año (Mirror mirror, Blancanieves y la leyenda del cazador), esta nuestra Carmen de las Nieves es de largo la más personalísimamente creativa de todas. La película sigue la línea original del cuento con su madrastra, sus enanos y su manzana, pero de una manera tan espatarrada que al final se parecen tanto como un huevo a una castaña. Sin duda este guión jabuguil y cinco jotas se ha gestado en la mesa de una tasca sembrada con tapas de tortilla de patatas y exceso de fino, por supuesto. Tan solo una taja tan jamona puede producir una resaca tan loca y por eso mismo tan hipnótica.

 

  "He llegado a preguntarme si no estaba viendo la película que regalarían al comprar un llavero con un toro Osborne para delirio de japoneses"  

 

   Pero donde sale peor parada nuestra Blancanieves aflamencá es en la impepinable comparación con The Artist por motivos más que obvios. En la francesa y ganadora del Oscar a la mejor película del año pasado (cosa que quita enteros a la española en su previa carrera hacia la estatuilla) el blanco y negro estaba totalmente justificado, y en esta Blancanieves para nada lo está. Que sea en blanco y negro es una cuestión más de estilo que de fondo. ¿Esto es un fallo? Rotundamente no, hay planos bellísimos y las mantillas son absolutamente estéticas en blanco y negro, por no hablar del mundo toreril, mucho más dramatizado con el juego de luces y de sombras.

 

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"Sí, pero The Artist no tenía relaciones sado-masocas con el chófer y yo sí"

 

   Lo mismo pasa con el tema de la mudez: que The Artist fuese muda era totalmente coherente con el tema de la película, cosa que no sucede en Blancanieves donde esta elección parece más una decisión de riesgo que de raíz, teniendo además en cuenta que los actores no trabajan con la expresividad exagerada y necesaria en una película sin palabras, cosa que sí pasaba en la francesa. En la española los actores no actúan ni en blanco y negro ni en mudo. ¿Esto significa que los actores están mal? Para nada, están estupendos, sobretodo Maribel Verdú. La estilosa Verdú está que se sale con sus mohines de “Miss Cabronaza”, graciosa y fría cual Cruella de Vil macizorra, aunque muy desaprovechada en la segunda mitad de la peli. Como inmenso está Josep Mª Pou en su papel de empresario sin escrúpulos (y sin estómago, vean la peli y me entenderán).

   Como se ha podido comprobar, mis contradicciones y mis tuercas y contra-tuercas me han acompañado durante toda la película hasta que hemos llegado al final. ¡Oh, benditos finales! Servidora es de las que pone los finales en su justa medida, es decir, de ellos depende que la película vaya a la gloria o a los leones, y debo reconocer, mis queridos Ambrosios, que el final de Blancanieves me ha conquistado cual Ferrero Rocher de kilo. ¡Vaya aluvión de mala leche!, ¡vaya final más atrevido, cínico y con garra! Un final con ración extra de salvajismo que no a todos gustará, pero reconozcamos que hay que tener un par de cojones, hablando fino, para terminar así. Por eso, si he tenido alguna duda me la trago, me levanto de la silla y con la falda arremangá grito: ¡OLÉ, OLÉ y OLÉ!/>

 

 
INFORME VENUSVILLE
     
 
Sentencia Quaid:
Copas de yate
     
     
 

Recomendada por Kuato a: bizarros, folclóricos, intelectuales con guantes de lana sin dedos, curiosos y seguidores de la Roja.

     
 

No recomendada por Kuato a: los que esperen las palabras mágicas de “espejito, espejito”.

     
  Ego-Tour de luxe por: la corrida de toros de Carmen-Blancanieves: si uno mira la escena de lejos y reflexiona sobre esta Blancanieves tan tuneada no puede más que disfrutar de una escena absorbente de cabo a rabo (el rabo es de de toro, por supuesto).
     
 

Atmósfera turbínea por: ciertas ganas forzadas de “exportabilidad”, a veces en vez de una película parece un recuerdo “made in Spain” para turistas.

 

 

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Blancanieves torera, muda, en blanco
y negro, y sin espejito al que preguntar

Por Anna Bou


 

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1 Respuesta

  1. Anónimo
    El Sueco<br />La verdad es que no pensaba verla, pero leyendo la crítica hasta me animo y todo. No me atreví a ver la de Julia Roberts ni la de Charlize Theron, pero Maribel verdú siempre me ha puesto...

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