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¿El último Shyamalan? Última ocasión de ver a M. Night Shyamalan dirigiendo cine antes de que engrose la lista del paro estadounidense Por Chema Pamundi |
<Viendo Airbender: El último guerrero es fácil dejar volar la mente y visualizar a M. Night Shyamalan cargado de cadenas, haciendo brazos como remero en una galera de esclavos romana. El antaño niño mimado de Hollywood, el wonderboy que asombró al mundo con El sexto sentido o El protegido (lo de Señales entiendo que ya es más opinable, aunque a mí me sigue pareciendo una de sus mejores obras), condenado a generar inanes blockbusters de verano para purgar sus últimos fiascos de crítica y público.
Por supuesto, en las entrevistas promocionales Shyamalan dice que no, que a él siempre le han encantado las artes marciales y que estaba deseando hacer un pastiche lleno de guantazos y persecuciones. Desde luego, viendo su filmografía anterior nadie lo diría (pese a moverse por géneros tan palomiteros como la ciencia-ficción, el terror o los superhéroes, siempre ha preferido dar a sus películas un tono de docudrama pausado). O sea, que no cuela. Está meridianamente claro que Airbender es un proyecto que el “director nominado a un Oscar” (qué lejanos parecen aquellos días) eligió porque no le quedaba más remedio, porque necesitaba lavar su imagen de cara al gran público y demostrar a sus jefes que no se ha convertido en veneno para la taquilla. Así de simple. Así de triste.
"Tú ves diciendo que ves muertos, a ver si así cuela como El sexto sentido 2"
Todo lo anterior no supondría ningún problema si Airbender: El último guerrero hubiese sido una película con cara y ojos, pues los fans de Shyamalan (un grupo cada vez más selecto, me temo) nos hemos pasado el último lustro demostrando unas tragaderas descomunales, cruzando los dedos y acogiendo cada uno de los estrenos del director de origen hindú como una oportunidad más de reconciliarnos con él, de recuperar al genio perdido que lleva ya demasiado tiempo dando palos de ciego (El bosque, La joven del agua, El incidente…). Pero no, desde luego Airbendertampoco va a ser ese punto de inflexión que devuelva a Shyamalan al estado de gracia (sinceramente, ya desde los primeros tráilers la cosa tenía muy mala pinta). Si acaso, es un desastre de tal calado que si la recaudación no acompaña podría suponer justo todo lo contrario: la puntilla, la sentencia de muerte para una carrera cinematográfica en la que (ahora sí) ya no confían ni los optimistas más irredentos.
Hablando rápido y claro,nos encontramos ante una de las mayores y más malolientes boñigas cinematográficas no ya del verano (lo cual también sería meritorio, teniendo en cuenta cómo está el patio), sino del nuevo milenio (al menos, si se ha estrenado algo peor en los últimos once años yo he tenido la santa suerte de perdérmelo): una puesta en escena hortera y acartonada (pero sin el encanto kitsch de, pongamos por caso, un Flash Gordon), unos efectos especiales tan invasivos como rutinarios (están por todas partes, pero ni aportan nada a la narración ni transmiten el más mínimo sentido de la maravilla), un 3D torticero y por la patilla (al nivel de cutrerío de Furia de Titanes), una trama absolutamente estomagante y obtusa (servidor se vanagloria de entender sin demasiados problemas el cine de David Lynch o Richard Kelly, pero he de confesar que Airbender logró sumirme en la confusión más absoluta)...
"Hablando rápido y claro,nos encontramos ante una de las mayores y más malolientes boñigas cinematográficas no ya del verano, sino del nuevo milenio" |
...una narrativa patosa, con constantes voces en off soltando rollos macabeos que parecen sacados de una masterclass sobre misticismo new age (el aire, el fuego, la energía interior y su puta madre), o explicándote directamente lo que no ves en pantalla (¿para qué mostrar al protagonista entrenándose, cuando puedes cascarte un plano de un árbol y que la voz en off le cuente al espectador que el protagonista se está entrenando?), personajes cero-dimensionales y sin ninguna empatía (todo son niñatos antipáticos con constante cara de oler a pedo)... Por no saber, Shyamalan ni siquiera sabe coreografiar de manera vistosa las escenas de acción, que pasan de largo por la pantalla sin causar ni un pestañeo de emoción.
Lo peor del asunto, no obstante, es que esta adaptación supone una flagrante falta de respeto para los fans del material primigenio en el que se basa: la genial serie de animación amerimanga, que era un producto ligero, divertido y con personalidad, con un pie firmemente plantado en las películas clásicas de kung-fu y el otro en la épica burlona de Star Wars o el primer Dragon Ball. Shyamalan, al que algún insensato permitió escribir también el guión de la película, convierte todo esto en un ladrillazo de fantasía genérica sobrecargado por todos los tópicos de la mega-saga pedante al uso, y aniquila cualquier rastro de los múltiples detalles que llegaron a hacer tan atractivos a los personajes originales (el carisma y la fuerza de voluntad del protagonista Aang, la tozudez y el genio de Katara, la socarronería y la agilidad mental de Sokka, la ambigüedad del villano Zuko, la simpatía de las mascotas Appa y Momo…).
"Me veo al Shyamalan escribiendo guiones de Stuart Little para el resto de su vida"
¿La trama? No vale la pena perder el tiempo, los conceptos de toda la vida: el héroe que no quiere serlo (pero no le quedan más narices porque es “el elegido” y tal), los malos de una pieza, salvar el mundo, viajes por extraños lugares (viviendo peripecias mil), la gran batalla final, bla, bla, bla. Nada que George Lucas no haría mil veces mejor con una mano atada a la espalda (incluso el Lucas de rebajas de la nueva trilogía). El absurdo intento de embutir en 104 minutos las más de siete horas que dura la primera temporada de la serie de TV degenera en un caos narrativo, una especie de “best of” inconexo y arbitrario, con una estructura más propia de un tráiler que de un largometraje (van pasando cosas una detrás de otra sin la menor reflexión, con unas transiciones entre escenas que tienen la sutileza de un hachazo).
De todos modos, no quisiera acabar esta reseña en tono sombrío, así que voy a reconocer que con Airbender: el último guerrero M. Night Shyamalan ha conseguido al menos un par de cosas positivas. En primer lugar, ha creado una obra tan ridícula que sin duda generará culto en unos cuantos años (en la misma onda trash que Plan 9 del espacio exterior, Troll 2 o Howard, un nuevo héroe). En segundo lugar, Shyamalan puede plantearse Airbender como un purificador descenso a los infiernos del que resurja con fuerzas renovadas, como cuando te dejas caer hasta el fondo de la piscina para poder impulsarte con las piernas y volver a subir. Y es que ciertamente, después de este truñazo las expectativas son tan nulas, el listón de exigencia está tan bajo, que su siguiente proyecto no puede hacer otra cosa que sorprendernos gratamente./>
INFORME VENUSVILLE |
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Sentencia Quaid: ¿hay algo por debajo de la categoría de “alforfones”? ¿No? Lástima. |
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Recomendada por Kuato a: quien crea que el cine de Shyamalan siempre ha sido demasiado serio. Descubrirá a un verdadero maestro de la comedia involuntaria. |
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No recomendada por Kuato a: otakus en general. Cuando vean que todos los protagonistas son de raza blanca (en vez de orientales e inuits, como en la serie) les puede dar una bajada de azúcar. | |
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Ego-Tour de luxe por: algunos de los diálogos son sencillamente históricos; y no lo digo por decir: la frase de Katara “tenemos que demostrarles que creemos en nuestras creencias tanto como ellos creen en sus creencias” ha generado incluso grupos de Facebook. | |
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Atmósfera turbínea por: esto es una trilogía chatos, así que aún nos quedan como mínimo otros dos Airbenders que tragar. Escalofríos sólo de pensarlo. |
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