Fréwaka; Else; Night Call; The Rule of Jenny Pen
Siempre está bien traer a Sitges a estrellas consagradas como Geoffrey Rush o Giancarlo Esposito, y a veteranos del género fantástico como Alexandre Aja o Mike Flanagan, pero a mí el perfil de invitado que me hace más gracia, siempre lo digo, es el del personaje semidesconocido que viene por vez primera al certamen a presentar una de sus películas, y que trae el mismo brillo en la mirada que un niño en Disneylandia con la pulsera de “Todo incluido”.
Los casos más simpáticos de esta edición han sido el de Thibault Emin presentando Else con resaca (esto ya lo comenté en una crónica anterior), el de los DIEZ integrantes del equipo de la española Luna (el director, los guionistas, actores y actrices, el director de fotografía…) que no se podían creer que estuvieran sobre el escenario del Auditorio ante mil y pico personas (el director, por cierto, explicó una anécdota biográfica muy chula: su madre lo dio a luz tras romper aguas en el cine en el que estaba viendo La semilla del diablo), el de la directora Destry Allyn Spielberg, que pese a ese ilustre apellido (sí, es una de las hijas de Steven Spielberg), no parecía tener mucha experiencia con las alfombras rojas y temblaba de manera visible mientras presentaba su obra de debut Please Don’t Feed the Children, y el de la pareja de directores de la cinta coreana The Killers, que vinieron al pase de la Tramuntana ataviados con sendas camisetas del festival compradas en la carpa de merchandising (como si fueran más fans ellos de nosotros, que nosotros de ellos).
Las cuatro películas de hoy:
FRÉWAKA (Aislinn Clarke, Irlanda, 2024)
Trailer, fotos, sinopsis y ficha
Un prólogo ambientado en 1973 nos muestra una boda rural irlandesa, en la que la novia desaparece de pronto sin dejar rastro. Un segundo prólogo, ya en la actualidad, nos muestra el suicidio de una mujer de avanzada edad en su desastrado apartamento de Dublín. Entonces es cuando empieza de verdad la película, protagonizada por una joven llamada Siobhan que trabaja como cuidadora social y cuya pareja, Mila, se encuentra en un avanzado estado de embarazo. Siobhan es, además, hija de la mujer a la que acabamos de ver quitarse la vida, y parece estar gestionando el asunto a base de acumular un resentimiento silencioso hacia su madre muerta, dejando que se le haga bola.
En estas andamos, cuando Siobhan recibe una llamada de trabajo para irse a atender a una anciana con demencia senil, en una casa de campo cerca de un pueblo al que seguro que no llega Amazon. Como cabía esperar, tanto la anciana (que está menos chocha de lo que indica su informe médico) como la casa (decorada según un estilo que agradaría a Norman Bates), ocultan siniestros secretos.
"Sebastián, ¡tráigame un flan!"
La palabra “Fréwaka” es una contracción de un término gaélico (el idioma principal en el que está hablada la película) cuyo significado es “raíces”, y por supuesto ese es uno de los temas principales del asunto. Lo que empieza planteándose como un suspense de casa encantada con tópicos bastante reconocibles (la anciana que parece una simple chiflada pero SABE COSAS, las noches llenas de ruidos y sombras que dan mal rollo, la puerta cerrada con llave que no hay que abrir nunca…) va mutando de manera gradual en un folk horror paranoico muy bien hilvanado. Ese cambio de tercio consigue orillar el problema más habitual de las cintas modernas de mansión con fantasmones: que dejan de dar miedo en cuanto se descubre quién mató a quién, quién se está vengando de quién, o cualquier otra que sea la explicación al misterio sobrenatural de turno. Fréwaka no deja de poner los pelos de punta en ningún momento. De hecho, su suspense mejora con cada nuevo giro, hasta desembocar en una resolución final estupenda.
Quizás esa primera mitad, más trillada y a la que le cuesta algo arrancar, podría haberse recortado para entrar antes en materia, pero entonces su trasfondo psicológico de ansiedad y represión femenina no ligaría tan bien y el conjunto (incluyendo algunos de sus sustos) causaría menos impacto. Todo lo demás funciona de perlas en Fréwaka, desde esa fotografía mortecina que transmite humedad y olor a moho, hasta las contenidas interpretaciones, la espeluznante banda sonora y la perturbadora simbología de cabras, crucifijos, herraduras y máscaras con cuernos. Me atrevo a afirmar que es la película que más miedo ha dado en Sitges 2024.
Venusentencia: Copas de yate
NIGHT CALL (Michiel Blanchart, Bélgica, Francia, 2024)
Trailer, fotos, sinopsis y ficha
Mady es un joven que trata de sacar adelante sus estudios mientras trabaja como cerrajero nocturno de urgencia, de esos a los que llamas a las tantas de la madrugada cuando has perdido las llaves de casa. Mady es un buen chaval, como vemos ya en los primeros minutos de película a través de una escena que te explica, en un instante, todo lo que necesitas saber sobre el personaje, con una economía de diálogos portentosa (un cliente se dispone a pagarle 300 euros por su servicio, pero Mady le corrige diciendo que la tarifa son solo 250). En su segundo encargo de esa misma noche, nuestro protagonista es engañado por una chica para que le abra la puerta de una casa que resulta no ser la suya. A partir de ahí, viene el lío. Mady pasará el resto de la cinta huyendo por las calles de Bruselas, mientras es cazado por unos criminales que le culpan de algo que no ha hecho. Una noche de furia que le cambiará la vida para siempre. Si es que consigue seguir con vida.
Night Call son noventa minutos de adrenalina y nervio en forma de thriller de acción, con varias persecuciones de levantarse y ponerse a aplaudir. El director Michiel Blanchart mueve la cámara como un maestro, dando a cada escena de acción la personalidad que necesita: planos muy cerrados en las peleas cuerpo a cuerpo a fin de transmitir el miedo del protagonista a que lo maten de una hostia o una puñalada, y espectaculares travellings y zooms en las persecuciones automovilísticas para transmitir vértigo.
"Queríamos poner 'La Ramona' de Fernando Esteso, pero no teníamos los derechos"
La acción tiene lugar mientras se suceden por toda la ciudad manifestaciones del movimiento "Black Lives Matter", y esto es utilizado a la vez para hacer un efectivo comentario social y para hacer avanzar la trama de manera verosímil (¿por qué el protagonista no acude a la policía? Pues porque es un joven negro de clase obrera, y sabe que lo único que va a conseguir es que le den otra paliza y luego le culpen a él de todo lo ocurrido).
Por lo demás, una serie de giros imprevisibles, una galería de personajes bien definidos, un ritmo perfecto y un protagonista con el que vas a muerte desde el primer momento (el actor Jonathan Feltre tiene una de esas caras que transmiten honestidad y carisma de manera natural); y por cierto, pocas películas he visto yo en los últimos tiempos que utilicen una canción de manera tan elegante, astuta y conmovedora como Night Call utiliza "La tuit n’en finit plus", de Petula Clark para crear énfasis dramático en un par de escenas clave. Llevo varios días tarareándola y poniendo la misma cara que Mads Mikkelsen en el meme aquel de “Joder, esto sí es cine”.
Venusentencia: Copas de yate
ELSE (Thibault Emin, Francia, 2024)
Trailer, fotos, sinopsis y ficha
Una agresiva enfermedad contagiosa empieza a fusionar a los seres vivos con los objetos. La cosa se acaba poniendo tan seria que la gente se confina en sus casas. Una pareja que se conoce desde hace tres o cuatro polvos, Anx y Cassandra, vive dicho encierro en el piso de él. Anx es un hipocondriaco introvertido y aterrado por el cáncer que mató a su madre, mientras que Cassandra es una tipa desinhibida y jovial, que vive cada momento a tope. La relación entre ambos irá profundizando, convirtiéndose en un amor en el que sus personalidades se solaparán de forma paulatina, a la vez que el mundo a su alrededor se deshace en un pastiche informe y crecientemente claustrofóbico. Pero ellos ni caso. Hasta que es demasiado tarde.
Asombroso debut como director de Thibault Emin, en cuya nómina hasta ahora solo había cortometrajes. En el año en el que se ha podido ver en Sitges un locurón como La sustancia, tiene mérito que Else sea el título que más boquiabierto ha dejado a mucha gente; pero es que no hay para menos, porque su surrealismo pandémico lleva los conceptos del llamado “cine de la nueva carne” quizás lo más lejos que habían llegado desde los Tetsuo de Shinya Tsukamoto. La idea de la pareja que se va marchitando bien juntita puede recordar también a cintas que hacen virtud de la tristeza más desoladora, como Cuando el viento sopla.
"Mientras no me fusione con una dvd de una peli de Uwe Boll, todo irá bien "
El tema principal de Else es, claro, la aceptación de los cambios vitales (con la muerte como el mayor de ellos). Esto se plasma a nivel de guion en una narración que empieza como comedia extravagante y desde ahí evoluciona hacia el horror corporal; y en lo visual, se plasma ante nuestros ojos con una intensidad creciente a medida que los cuerpos, el entorno y finalmente toda la pantalla se amalgaman en una suerte de pasta primigenia, y con una fotografía que empieza llamativa, vivaz, pero que poco a poco va perdiendo los colores hasta quedar reducida a un esponjoso blanco y negro. La mezcla de efectos especiales prácticos y digitales despliega algunas imágenes de lo más inquietantes, y otras de una belleza abstracta asombrosa.
Else es ciencia-ficción experimental que no solo no tiene miedo al ridículo, sino que lo abraza y lo convierte en la fuerza motriz de su propuesta. Flipante.
Venusentencia: Copas de yate
THE RULE OF JENNY PEN (James Ashcroft, EUA, 2024)
Trailer, fotos, sinopsis y ficha
Stefan (Geoffrey Rush), un juez de avanzada edad que ha sufrido un infarto cerebral, es enviado a un geriátrico público para recuperarse. Allí se cruza con Dave (John Litgow), un extraño paciente que lleva en una mano una marioneta con cabeza de muñeca, a la que llama Jenny Pen. Cuando hay médicos presentes en la sala, Dave parece ser inofensivo y estar muy gagá. Cuando no hay médicos a la vista, Dave revela su verdadero naturaleza de psicópata que abusa sádicamente de los demás internos, sometiéndolos a “las reglas de Jenny Pen”. El estricto sentido de la justicia de Stefan le llevará a tratar de denunciar la situación (que nadie más que él parece ver), lo cual no tardará en convertirlo en blanco prioritario de las torturas de Dave. Se inicia así entre ambos un funesto duelo de agallas, astucia y ocasionales chispazos de violencia física.
John Litgow, uno de los grandes actores infravalorados del Hollywood de los ochenta, los noventa y los dosmiles, ha levantado toda una carrera a base de bordar papeles de tipo antipático, cuando no directamente de villano. Es muy posible que el psicópata geriátrico al que encarna aquí se convierta en uno de los más memorables; sobre todo teniendo en cuenta que su presencia es la que más fuste aporta a la película, por encima incluso de la de un Geoffrey Rush también estupendo pero en un papel más estándar. The Rule of Jenny Pen son básicamente ellos dos luciéndose; y con eso debería bastar… pero no, no basta del todo.
"Mantendré hasta la muerte que El castor fue una película incomprendida"
Porque lo cierto es que la historia que cuenta The Rule of Jenny Pen tenía potencial para más. Su parte troncal se hace algo reiterativa y a su resolución le falta fuerza. Aparte, resulta un tanto inverosímil el planteamiento de un asilo de ancianos en el que no parece haber ni una sola cámara de seguridad, ni un testigo que se queje cuando el interno perturbado empieza a repartir mamporros a los demás en medio de una sesión de baile, ni un vigilante presente cuando se pasea a sus anchas arriba y abajo (por mucha llave maestra que tenga para abrir todas las puertas), ni una mínima investigación cuando se producen muertes anormales. El director y guionista James Ashcroft trata a los ancianos del asilo como tópicos muy exagerados: todos son estatuas vivientes, en un estado de absoluta apatía mental que les impide ver nada, oír nada, ni protestar por nada.
The Rule of Jenny Pen es una correcta obra menor, a la que hay que reconocerle una buena economía narrativa (se explica lo justo sobre el pasado del villano, evitando turras justificatorias) y dos actores fenomenales que te mantienen enganchado hasta el final, pero es una pena que le falte ambición y riesgo para exprimir al máximo el poco común entorno en el que se sitúa la acción. Stephen King dice que le ha gustado mucho, y desde luego se detectan en ella varios de los tics favoritos del autor de Maine. Pero cuando King se pone a escribir historias sobre psicópatas que martirizan a víctimas desprotegidas, le salen virguerías como Misery. Ni que decir tiene que The Rule of Jenny Pen se queda muy por debajo de eso.
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