HARRY POTTER Y LAS RELIQUIAS DE LA MUERTE: PARTE 1 comentario: David Yates, el innombrable

David Yates, el innombrable Nada de lord Voldemort, aquí el malo por convertir H.P. en algo peor que un culebrón venezolano es su director Por Ray Zeta

<Harry Potter sentado melancólico y contemplativo en el columpio de una plazoleta observando al atardecer cómo juegan los pocos niños que hay en ella, en un plano más propio de un anuncio de predictors que de una película de jóvenes magos. Ésa es la escena con la que David Yates inicia su andadura en la saga de Harry Potter en Harry Potter y la Orden del fénix, quinto episodio de la franquicia. Toda una declaración de principios del estilo que imprimirá a la serie en los cuatro episodios que dirigirá hasta llegar a la conclusión definitiva.

   En mala hora tuvieron los lumbreras de Warner Brothers la idea de encomendarle las riendas de la franquicia potteriana. Hasta ese momento las entregas, a excepción de las dos primeras que fueron dirigidas ambas por Chris Columbus, impulsor de la saga, eran realizadas cada una por un director diferente con resultados de lo más positivos otorgándole a cada parte una personalidad propia más que sugerente (oscura en El prisionero de Azkabán, por ejemplo, festiva en El cáliz de fuego).

   Otros directores tan prometedores como Guillermo del Toro se habían interesado por dirigir alguna de ellas, pero no, los productores se emperraron, erre que erre, con que David Yates se hiciera cargo a partir de la quinta parte de todas la que quedaban hasta el final. ¿El resultado hasta la fecha? Tres episodios totalmente gratuitos a uno del final, más lentos que una película de Ingmar Bergman, y más estirados que el cuello de un pavo por Navidad.

"David Yates quiere que os metáis esta guindilla por el culo"

   Es triste pedir, pero más triste es utilizar estos términos para describir episodios de Harry Potter. Las cuatro primeras partes son agiles, divertidas y dinámicas, como corresponde a una serie cinematográfica juvenil que tiene las aventuras mágicas como leit motiv. Pese a existir en las cuatro la subtrama de un lord Voldemort a punto de regreso, son episodios autoconclusivos en los que la trama principal está conformada por la aventura pura y dura, ya sea encontrar la piedra filosofal, sobrevivir a la cámara de los secretos, escapar de un prisionero fugado de Azkabán, o participar en el Torneo de los Tres Magos.

   En los cuatro siguientes en cambio, habiendo regresado ya lord Voldemort y habiendo irrumpido David Yates como director, la aventura queda relegada a un segundo plano centrándose las tramas en la guerra contra la facción tenebrosa y el continuamente anunciado, aunque siempre inexistente, enfrentamiento entre Harry Potter y lord Voldemort.

   En lugar de episodios autoconclusivos ligeros y divertidos, nos encontramos con tostones inacabables de no menos de 135 minutos cada uno, que como los de un culebrón venezolano de 300 capítulos, marean la perdiz uno detrás de otro sin llegar a ninguna parte para hacernos pasar por taquilla como bobos.

   Películas lentas y extremadamente largas que narran historias carentes totalmente de interés para el espectador, es la marca de la casa que otorga Yates a la franquicia potteriana. ¿Acaso les parece interesante ver cómo el Ministerio de Magia se apodera del control de Hogwarts por medio de Dolores Umbridge? ¿Y contemplar durante más de dos horas cómo Harry Potter se camela al profesor Horace Slughorn para sacarle la información de los horrorcruxes?

   Y aún voy a ir más lejos: ¿les parece necesario gastar dos películas para contarlo? Pues éstas son respectivamente las tramas principales de La orden del Fénix y El misterio del príncipe. Oh sí, también se enfrentan los protagonistas a los mortífagos y matan a Sirius Black y al profesor Dumbledore, pero sólo en los últimos quince minutos, durante las dos primeras horas estamos soportando estoicamente el suplicio de contemplar cómo crece la hierba.

   Y lo mismo sucede con Las reliquias de la muerte: Parte 1. Si han de buscar los horrorcruxes que los busquen ya de una vez, pero que no nos hagan perder el tiempo durante más de dos horas obligándonos a ver cómo Harry y Hermione se van de acampada lejos del mundanal ruido. Si de lo que se trataba era de marear la perdiz para retrasar en un título más el final definitivo de la saga, han vuelto a conseguirlo. Igual que los contertulianos del “Sálvame” son capaces de llenar cinco horas de programa diario sin decir nada, la franquicia Harry Potter lleva tres películas haciendo lo mismo.

"Ahora ya saben porqué hablamos como si lleváramos un guindilla en el culo"

   Y si al ritmo lento le suman el tono desangelado que imprime Yates a los episodios, entonces el delito ya es para ingresar en la prisión de Azkabán de por vida. Vean cómo hablan entre ellos Harry, Hermione y Ron en las cuatro primeras películas. Comprueben cómo lo hacen en las tres siguientes. De la naturalidad, la frescura y la jovialidad propia de niños y jóvenes, hemos pasado a unos silencios, unas frases lapidarias y unos haykus, más propios de adultos discutiendo la crisis económica mundial o la problemática social de los emigrantes sordomudos.

   Harry Potter pone constantemente cara de acojonado como si tuviera la responsabilidad de arrojar el Anillo Único en el Monte Destino, y se jugara la supervivencia de la humanidad con cada meada que echa a primera hora de la mañana. Y en cuanto a Ron, cada vez que abre la boca, parece simplemente que le falte un testículo.

   Decididamente, el innombrable, el señor tenebroso de Harry Potter, no es lord Voldemort sino David Yates./>

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