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HOLY MOTORS artículo: Motores sagrados

   

Motores sagrados

Léos Carax intenta (sólo intenta) darnos
algunas claves para entender Holy Motors

De Avalon

 

<Aparece al principio de la película una especie de prólogo que es, más concreta y literalmente, una apertura. Me vino primero a la mente la imagen de una sala de cine grande y repleta, en la oscuridad de la proyección, en la que los espectadores están totalmente paralizados y parecen tener los ojos cerrados. ¿Están dormidos? ¿Muertos? El público del cine visto de frente, lo que nunca ve nadie (salvo en el extraordinario plano final de El mundo marcha, de King Vidor). Después mi amiga Katia me pasó un cuento de Hoffmann. El héroe descubre en la habitación de su hotel una puerta secreta que da a una sala de ópera. Como en la frase de Kafka, que podría servir de preámbulo a toda creación: Entonces pensé en empezar la película con este personaje que se despierta en plena noche y se ve de pronto, en pijama, en una gran sala de cine repleta de fantasmas. Instintivamente llamé al hombre, al soñador de la película, Leos Carax, así que lo interpreté yo.

   “Merde”, mi contribución a la película Tokyo!, en la concepción de Holy Motors, es un personaje que es uno de los avatares de Denis Lavant. El señor Merde es lo inmundo. Es la gran regresión post 11 de septiembre (terroristas que creen en cuentos de vírgenes en el paraíso, gobernantes que se regocijan de poder al fin aprovechar todo su poder, como niños todopoderosos, y pueblos atónitos, como huérfanos solos en la oscuridad). El señor Merde es el miedo, la fobia. También la infancia. Es el colmo del extranjero: el inmigrante racista.

 

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"Es que siempre he envidiado a Andy Serkis por sus trabajos en Stop Motion"

 

   Holy Motors surgió de la impotencia de no poder llevar a cabo varios proyectos, todos en otro idioma y en el extranjero. Siempre me topaba con los mismos obstáculos: casting y dinero. Harto de no poder rodar, me inspiré en la experiencia de Merde, que era un encargo japonés. Me encargué a mí mismo un proyecto con las mismas condiciones, pero en Francia: concebir rápidamente una película no demasiado cara para un actor elegido previamente. Todo eso también fue posible gracias al uso de cámaras digitales, que yo desprecio (porque se imponen a nosotros o nos las imponen), pero que tranquilizan a todo el mundo.

 

  "La idea de los motores, de la motorización, de la importancia de las máquinas, se presenta de manera subyacente en la película"  

 

   La idea de los motores, de la motorización, de la importancia de las máquinas, se reivindica claramente en el título y se presenta de manera subyacente en la película. No suele haber ninguna idea al inicio de un proyecto, ninguna intención. Solo dos o tres imágenes y sentimientos que enlazo. Para Holy Motors tenía, entre otras cosas, la imagen de esas limusinas larguísimas que se ven por ahí desde hace unos años. Las vi por primera vez en Estados Unidos y ahora las veo en mi barrio de París todos los domingos, en las bodas chinas. Están totalmente en sintonía con la época, a la vez ostentosas y cutres. Son bonitas por fuera, pero su interior infunde una especie de tristeza, como una casa de citas.

 

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"Así no me reconocerán los que se hayan dormido en el cine"

 

   Aun así me conmueven. Son algo anticuado, como los viejos juguetes futuristas del pasado. Marcan, en mi opinión, el fin de una era, la de las grandes máquinas visibles. Esos coches pronto se convirtieron en el núcleo de la película, en el motor, digamos. Los imaginé como grandes navíos que transportaban a las personas en su viaje final, en su último cometido. La película es pues una especie de ciencia ficción, donde hombres, bestias y máquinas están en vías de extinción. “Motores sagrados”, solidarios, unidos por un destino común, esclavos de un mundo cada vez más virtual. Un mundo del que desaparecen, poco a poco, las máquinas visibles, las experiencias vividas, la acción.

   En la secuencia en la que Denis Lavant tiene el cuerpo cubierto de sensores blancos, es como un especialista en motion capture. El personaje no dista tanto del Chaplin de Tiempos modernos, salvo que el hombre no está atrapado en los engranajes de una máquina, sino entre los hilos de una tela invisible. La historia de un asesino a sueldo que debe llevar a cabo diez encargos en un día. Trabaja por la belleza del gesto, así que debe usar su creatividad en cada crimen. Si Denis Lavant hubiera rechazado el proyecto, le habría propuesto el papel a Lon Chaney o a Chaplin. O quizá a Peter Lorre o Michel Simon. El lugar en el que los humanos aparcan por la noche es lo que llamamos “casa”. Pero ¿dónde está el verdadero hogar de cada uno? ¿O acaso es mejor vivir de aquí para allá, como un explorador, recorriendo tierra y mar? ¿Se ha convertido ya el ordenador en nuestro verdadero hogar?/>

 

 

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