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El vikingo trapecista Bernard Schwartz: Nueva York, Estados Unidos, Por Ray Zeta |
<Billy Wilder solía referirse a él como Bernie, el húngaro del Bronx, pues Tony Curtis se llamaba realmente “Bernard Schwartz” y provenía de una familia emigrante judía de Hungría afincada en Nueva York.
Muerto a la edad de 85 años por un paro cardíaco con más de 130 títulos y medio siglo de carrera a sus espaldas, varias son las cosas que siempre le he envidiado: haberse subido a un trapecio con Burt Lancaster, haber navegado en un drakar vikingo, haber combatido al lado de Espartaco, haber amado a Janet Leigh, y haber visto a Jaime Lee Curtis desnuda aunque fuera cambiándole los pañales (el resto de mortales tenemos que seguir conformándonos viéndole las tetas en Entre pillos anda el juego).
La familia Curtis-Leigh en 1960
Porque aunque Curtis siempre será recordado por salir de travelo en la comedia Con faldas y a lo loco (1959), aquí donde le han visto fue un actor venusvillero de pies a cabeza que cultivó géneros como el peplum, el bélico, la aventura, la acción y el thriller. A las citadas Trapecio (1956) , Los vikingos (1958) y Espartaco (1962), hemos de sumarle también sus primeras incursiones en el cine más comercial y colorista de la época, tan horterillas como imprescindibles, como Su alteza el ladrón (1951), El hijo de Ali Baba (1952) o Coraza negra (1954), y títulos consagrados por la crítica como Fugitivos (1958), Taras Bulba (1962) o El estrangulador de Boston (1968) hasta que fue relegado al cementerio de los elefantes cinematográficos, o sea la televisión, con series como Los persuasores o McCoy.
Guapo entre guapos, cocainómano durante 25 años, pintor y coleccionista de esposas (seis), durante su paso por el Festival de Sitges en el año 2000, edición en la que fue homenajeado por toda su carrera, lejos de comportarse como la estrella vieja gloria tocapelotas, mostró su cara más campechana y respondió con gusto hasta a las preguntas más íntimas formuladas por los más cotillas.
Tony Curtis antes y después
Confirmó así algo que ninguna biografía oficial se había atrevido a asegurar, que tuvo un rollito con Marilyn Monroe cuando él tenía 22 años y ella 19, y que durante la escena de Con faldas y a lo loco en la que ella se dedica a besarle en el yate donde se hace pasar por multimillonario, Marilyn Monroe estaba decidida a calentarle hasta provocarle una erección, cosa que consiguió plenamente "porque uno es humano, besar a Marilyn es como follársela, con perdón"...
En cambio, de la escena de Espartaco en la que Laurence Olivier intentaba petarle el cacas con el cuento chino de las ostras y los caracoles, no dijo absolutamente nada. Será que como ha declarado Angel Sala, director del festival de Sitges, tras conocer la noticia de su muerte, “Curtis era una persona discreta que nunca dio ningún problema, alguien anacrónico en el buen sentido, y un dandy del Hollywood de la vieja escuela”./>
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