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SUPERMAN RETURNS artículo: Y parió la burra

   

Y parió la burra

No es un pájaro, no es un avión,
es... ¿Eh? ¿Ese tipo es Superman?

Por Dr. Bishop

 

<Superman, Clark Kent, Krypton, Daily Planet, Jor-El, Smalville, Metrópolis, Lois Lane, Lex Luthor, Fortaleza de la Soledad, kryptonita... Conceptos supremos que conoce todo ser humano que se precie de serlo, desde un carnicero nepalí hasta una monja de clausura extremeña. Verdades universales que permiten ser abordadas desde diversas perspectivas, al igual que las de Batman, el otro mito popular forjado en el siglo XX. Y va el director Bryan Singer y nos dice que ni de coña, que no va a hacer tabla rasa para presentarnos su particular reelaboración del mito, tal como sí hizo Cristopher Nolan en Batman Begins: ya lo remarca el título, aquí no hay “begins” sino “returns”. Es decir, este Superman es clavadito al del film de Richard Donner de 1.978, y no sólo eso, la película es prácticamente la misma, presentándose como una secuela pero siendo en realidad un remake apócrifo y reincidente en las situaciones planteadas hace ya casi treinta años.

   Singer demuestra pues que no es un forofo de la mitología de Superman sino un fanboy de la película de Donner, por lo que le realiza una adaptación de ella (que no del cómic), un homenaje continuo a su precedente, buscando en el espectador el placer del reconocimiento antes que el del descubrimiento, cuando una adaptación compensada debería saber alternar los dos, como en la citada Batman Begins. Así pues, no hay muchas revelaciones ni sorpresas significativas que animen al respetable, y las pocas que hay son más que discutibles: estupendo ver a un niño lanzando pianos de cola, pero aún esperamos una explicación genética de ello (¿si un kryptoniano puede dejar preñada a una homo sapiens, por qué no puede un gorila?); fantástico que Superman vuelva de un exilio en el espacio... ¿pero qué hizo cinco años encerrado en una nave, darle a la Play? Al menos el exilio narrado en el cómic tenía una motivación fundamentada (desordenes psicológicos por haber ejecutado al General Zod) y Superman luchaba contra tiranos galácticos, no se limitaba a mirar planetas destruidos desde una ventanilla.

 

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"Tú repasa las pelis de Christopher Reeve para copiarlo todo lo que puedas y la cosa irá bien"

 

   Seamos francos que ya nos conocemos: Singer envía Superman a Krypton como lo podría haber enviado a buscar tabaco a Plutón. Lo que quiere Singer es que el público descubra por segunda vez (y valga la contradicción) a Superman, con todo el sense of wonder que ello conllevaba en el primer film. Si buscaba eso debería haber tenido los santos cojones de empezar de cero, con Superman llegando por primera vez a Metrópolis. Pero no, Singer no se atreve a realizar un remake explícito, suponemos que para no ofender el legado de Cristopher Reeve y cía, a los que rinde pleitesía como si fueran un icono intocable, elevándolos a los altares con el sacrificio de los millones de la Warner Bros. Su único y divinizado referente es el puto film de Donner.

 

  "Superman returns comete el mayor de los pecados que se le puede achacar a un remake: obviar las virtudes de la fuente de origen y reproducir sus defectos"  

 

   Y lo peor es que Superman returns comete el mayor de los pecados que se le puede achacar a un remake (o pseudoremake, vaya): obviar las virtudes de la fuente de origen y reproducir sus defectos. La primera hora del Supermandel 78 no es sólo la mejor adaptación que se ha hecho jamás de un cómic, es también una de las indiscutibles cumbres del cine contemporáneo, relatándonos el origen de una leyenda moderna en todas sus vertientes: cosmológica, con la destrucción de Krypton por no escuchar a Jor-El; religiosa, con el judaísta viaje iniciático de Kal-El (“la voz de Dios” en hebreo) dejando atrás el apocalipsis de Krypton para terminar su diáspora en la Tierra, llegando desde el cielo como el verdadero Mesías; humanística, con la humildad del poderoso joven Clark Kent y la emotiva muerte de su padre adoptivo; sociológica, con la revelación del héroe ante las masas, volando ante ellas para aguantar un helicóptero con una mano (momentazo clásico del cine a secas); amorosa, con el vuelo nocturno con una Lois Lane que adora al héroe e ignora al hombre, situación digna de la mejor historia romántica...

 

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"¿Y ahora qué hago? No recuerdo ninguna escena con Christopher Reeve subiendo escaleras..."

 

   ¿Qué dice Bryan Singer ante esto? Pues creemos que gimotea “¿lo cualo?”, ya que su elección por realizar una secuela oficial (aunque oficiosamente sea un remake) le impide explicar nuevamente el origen de Superman, con el bendito riesgo de poder cagarla en el intento. ¿Propuestas para Singer de un hipotético nuevo inicio? Nosotros mismos le damos una: divisamos la superficie helada de Krypton desde el cielo, mientras la cámara se va acercando al suelo hasta penetrar en un cañón natural de varios kilómetros de distancia, desde donde sigue a una minúscula aeronave volante, deslizándose entre bloques de hielo que van desmoronándose peligrosamente por las paredes del cañón. La nave se detiene ante una gruta y su compuerta se abre, saliendo de ella Jor-El (Anthony Hopkins). Toma una muestra de un trozo de hielo corrupto, de un verde extrañamente fluorescente, y lo analiza con un pequeño artefacto. Un sudoroso Anthony Hopkins, con el gesto perturbado ante los fatídicos resultados, murmura entonces con perfecta dicción: “And then it´s true, Kripton is dying”... Al momento la gruta se desmorona, pero de la bruma provocada por la destrucción aparece la veloz aeronave, cogiendo potencia y acercándose a una descomunal urbe emergente del hielo, mientras oímos la voz en off de Anthony Hopkins sentenciando con determinación: “My son, Kal-El... Perhaps it’s not too late for him!!”

   Aguanten la risotada ante este ejemplo de peliculón, que al menos intentaría crear un nuevo enfoque a lo que ya sabemos todos y no se quedaría a medio camino como Superman Returns, un largometraje esquizoide y tensado con fórceps entre lo melancólico y lo moderno, entre la apuesta por la innovación o el clasicismo. Es como el famoso dicho de los gallegos, que te los encuentras en un rellano y es imposible descifrar si están subiendo o bajando. En definitiva, acaba la película y ningún espectador sabe hacia dónde quería ir la peli, si arriba o abajo si es que quería ir a alguna parte.

 

 

 

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