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STAR WARS reportaje: Ésta no es la trilogía que buscáis

3. El abuso de las alegorías

   Lo que ha hecho imperecederas a las grandes sagas de aventuras como “El señor de los anillos”, con las que (todos estaremos de acuerdo) Star Wars ha contraído unas cuantas deudas, es su ausencia de alegorías directas. Eso permite que la obra se mantenga siempre vigente, ya que cada generación puede interpretarla a su gusto y según sus propias claves. Volviendo a tomar como ejemplo “El señor de los anillos”, la obra magna de Tolkien puede entenderse, si se quiere, como una crítica muy en abstracto al poder, al progreso y a la corrupción que ambos conllevan. Sin embargo, estos son temas universales y comunes a toda la histora de la humanidad, y Tolkien se cuidó muy mucho de incluir en su novela referentes directos a la época o la sociedad en la que vivió (si se escarba un poco en la biografía de Tolkien, se puede llegar a intuir la influencia que tuvieron en su obra los horrores que vivió durante la I Guerra Mundial, pero el lector casual ni se enterará de esto). “El señor de los anillos” se publicó por primera vez en 1954, y hoy sigue tan vigente como el primer día.

 

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Malos tiempos para los héroes clásicos del género...

 

   Sin embargo, Lucas ha empequeñecido las películas de la nueva saga de Star Wars, al intentar hacerlas funcionar no sólo como filmes de aventuras, sino también como parábolas de los problemas existentes en la globalizada sociedad de hoy: el terrorismo, el fundamentalismo, el imperialismo estadounidense o el choque de civilizaciones. Además de la torpeza y la presunción del director a la hora de plantear esta doble lectura (que se reduce a tópicos de manual, del estilo de “las dictaduras son malas”, “la violencia no arregla nada” o “el amor todo lo puede”), dicho planteamiento otorga a la nueva trilogía una fecha de caducidad muy cortita, porque en el mejor de los casos, los problemas de la sociedad de hoy no serán los problemas de la sociedad dentro de 10, 15 o 20 años. La amenaza fantasma, El ataque de los clones y La venganza de los Sith ya se ven caducas hoy en día. Por supuesto que las películas clásicas de la saga también se ven ya pasaditas, pero sólo a nivel estético (lo cual es inevitable). En cambio, como cine de aventuras siguen representando el A, B, C del género.

 

 

4. Graves problemas de estructura

   Al analizar la construcción argumental de la nueva trilogía, sorprende que Lucas haya cometido tantos errores de ritmo y de estructura en unos guiones que al fin y al cabo tienen mucho de fórmula. No es necesario ser un genio del séptimo arte para saber armar una película de aventuras como Dios manda. A ver, no estamos hablando de 2001, ni de Rashomon. Estamos hablando de un grupo de héroes de tebeo persiguiéndose en naves espaciales, luchando con espadas láser, viajando a parajes exóticos, y besándose de vez en cuando. Sin embargo, a lo largo y ancho de las tres películas, Lucas ha metido el remo un buen montón de veces.

   Para empezar, ha dinamitado el esquema del “grupo de aventureros” que domina este tipo de narraciones (básicamente, porque funciona), y que en los Episodios IV al VI se había erigido en la columna vertebral de la saga. En las películas clásicas, los personajes, al estar juntos, se desarrollaban unos a otros (por ejemplo, una misma escena en el Halcón Milenario podía servir para hacer evolucionar a Luke y a Leia). En la nueva trilogía, en cambio, los personajes principales se mantienen constantemente separados, casi siempre viajando en solitario de acá para allá para hablar con secundarios desconocidos que no volverán a aparecer y que nos importan un pimiento.

 

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Por eso sólo queremos personajes conocidos y bien conocidos

 

   Lucas parece haber olvidado también cómo se ejecuta una elipsis, y así los personajes se pasan gran parte del metraje hablando, en soporíferas escenas estáticas que podrían haberse resuelto mejor de una manera más dinámica, sin tener que matar el ritmo de la película. A este respecto, por ejemplo, el enamoramiento entre Han y Leia en El imperio contraataca era modélico, ya que Lucas no sólo no detenía el empuje de la historia, sino que lo integraba en ella (el “te quiero”, “lo sé” que precede a la congelación de Han Solo en carbonita, es uno de los diálogos cinematográficos en los que se han dicho más cosas -y mejor dichas- con menos palabras). En cambio, el enamoramiento entre Anakin y Amidala es un peñazo tosco, mal resuelto (¡ay mamá, esa escena en la que los dos ruedan por la hierba!) y finalmente incomprensible. Nadie se traga que Amidala caiga rendida ante los encantos de un Anakin antipático, intransigente, y partidario del ojo por ojo, la supervivencia del más fuerte y las dictaduras represoras como forma preferida de gobierno.

   Las transiciones entre estas escenas dialogadas son terriblemente cansinas, siempre estructuradas de la misma manera: 1) plano general de situación (por ejemplo, los exteriores del palacio de Naboo); 2) plano medio con un grupo de personajes estáticos (por ejemplo, Amidala de espaldas mirando al horizonte, y Anakin entrando por la puerta); 3) diálogo entre los personajes (con sucesión de planos cortos si se están quietos, o un suave travelling frontal si van caminando); 4) finalización de la escena (uno de los personajes se va, o los dos se quedan mirando el uno al otro, o ambos miran al horizonte); 5) plano general de situación de la siguiente escena (por ejemplo, los exteriores del senado de la República en Corruscant); y así, ad nauseam.

 

  "En la nueva trilogía de Star Wars no hay esquema que valga; Lucas se orina en los esquemas y lo que campa a sus anchas es el caos narrativo"  

 

   Para colmo, una de las pocas pautas que son “marca de la casa” en las películas de la franquicia, y que Lucas ha mantenido en esta trilogía, tampoco funciona como debiera. Me refiero a los climax paralelos, con cortes que alternan de una escena a otra. En la trilogía clásica, este recurso alcanzaba su máxima expresión en El retorno del jedi, donde se alternaba entre la batalla espacial frente a la Estrella de la Muerte, la infiltración del comando de Han Solo y Leia para desconectar los escudos de la susodicha Estrella de la Muerte en Endor, y los intentos del emperador Palpatine por atraer a Luke al lado oscuro, en presencia de su padre (Vader).

   En la nueva trilogía, Lucas utiliza los climax paralelos de manera machacona, y con resultados de una flaccidez creciente. Si en La amenaza fantasma el resultado es flojo (el duelo de Darth Maul contra Qui Gon Jin y Obi Wan resulta pasable, pero la batalla espacial en la que Anakin destruye la nave nodriza de la Federación de Comercio no tiene maldita la gracia, y la batalla en Naboo entre los droides y los Gungan es sencillamente esperpéntica), el de El ataque de los clones es todavía peor (la batalla por Kamino, que es histérica y confusa, frente al ridículo duelo entre el Conde Dooku y Yoda girando como una peonza). Respecto al clímax paralelo de La venganza de los Sith, contiene posiblemente el peor duelo de sables láser de toda la saga (largo, tedioso y planteado, una vez más, como una pantalla de videojuego, con Obi Wan y Anakin saltando entre ríos de lava) frente al duelo entre Palpatine y Yoda, que acaban literalmente tirándose las sillas a la cabeza (¿y se supone que son los dos maestros de la Fuerza más poderosos de la galaxia? Sin comentarios).

 

 

5. ¿Dónde están las Guerras Clon?

   Normalmente, el esquema de toda historia contada en forma de trilogía suele estar bastante claro para cualquier guionista con dos dedos de frente: la primera parte es una tesis, en la que se exponen sobre la mesa todos los elementos que van a conformar la historia; la segunda parte es una antítesis, en la que se da la vuelta a dichos elementos y se muestra su reverso; y la tercera parte es una síntesis, en la que se repiten de manera concentrada los elementos de la primera y segunda parte, junto con el desenlace de la historia.

 

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Cien por cien de acuerdo con lo del caos narrativo

 

   Sin embargo, en la nueva trilogía de Star Wars no hay esquema que valga. Lucas se orina en los esquemas, y aquí lo que campa a sus anchas es el caos narrativo. La primera película (La amenaza fantasma) carece realmente de guión; es simplemente una sucesión de situaciones aisladas, con dos presuntos puntos álgidos: una carrera de vainas estirada hasta el hastío, y un duelo final muy bien coreografiado, pero con poco pulso dramático, y con el estulte toque final de liquidar a Qui Gon Jin, el personaje de mayor empaque que aparece en el filme. Al parecer, el único objetivo de La amenaza fantasma es presentarnos a Anakin Skywalker y compañía. Todo lo demás es puro relleno.

   La segunda película (El ataque de los clones) está completamente descompensada, y bastante peor planificada que la primera. Tras un soporífero arranque de tres cuartos de hora en los que no sucede absolutamente nada que tenga el menor interés para el espectador (ya lo hemos dicho: personajes que hablan, y hablan, y hablan), la película se pliega a una sucesión de escenas de acción a cual más torticera y brusca (la cadena de montaje de droides, el circo romano, Yoda haciendo la pulga frente a Dooku...). Cuando el Episodio II acaba, no tenemos esencialmente mucha más información útil que al final de la primera película. Sabemos que Anakin y Amidala están chochos el uno por el otro, y sabemos que corre por ahí un tal Darth Sidious que es muy malo, habla muy despacito y al parecer tiene un gran plan de dominación mundial. Ah, y también hay un montón de clones que nadie sabe de dónde han salido.

 

 

     

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