We Bury the Dead; Good Boy; La hermanastra fea; Gaua
Esta es la tercera crónica pero la escribo cuando llevamos ya cuatro días de festival, y entre los que nos hemos metido ya entre pecho y espalda una veintena de películas empieza a calar la sensación de que las elevadas expectativas que teníamos no se están cumpliendo. Muchos títulos bastante esperados están decepcionando o polarizando al máximo las opiniones (como por ejemplo Good Boy, que reseño hoy, o La vida de Chuck, que reseñaré mañana). Sin embargo, si hablamos de unanimidad, solo parece haber dos propuestas que la hayan logrado: a todo el mundo le ha gustado Together, y por contra a casi nadie le ha gustado Singular (que no he visto, y haré lo posible por no verla en el futuro). Pero bueno, aún queda mucho.
Durante estos primeros días he percibido también cierto nivel de cabreo entre la prensa, por el hecho de que la sala Escorxador haya quedado fuera de las acreditaciones (salvo en las sesiones despertador de las 8 de la mañana) por segundo año consecutivo. Esto significa que el grueso de las películas que se proyectan exclusivamente en dicho espacio van a quedar invisibilizadas, sin que nadie las reseñe ni las recomiende. En principio la sala Escorxador era un apaño temporal hasta que terminen las obras del cine Retiro y se pueda reabrir, en 2026, pero esta situación está creando un mal precedente que la organización del Festival debería revisar.
Adiós al Dr. Rottenbrain y Chepito
En cambio, lo que sí ha gustado en general es que el festival haya decidido renovar las cortinillas de autopromoción previas a cada pase. El anuncio de la Zombiewalk dejan de ponertelo tras el primer fin de semana, pero la cortinilla animada de “Bienvenidos a Sitges”, en la que aparecen E.T., Hitchcock y los extraterrestres de Mars Attacks diciéndote que recicles y trates bien a los animales, acaba siendo un martilleo cuando la tienes que ver 35 veces. Que, por cierto, hablando del tema, una curiosidad: en la cortinilla que precede a los pases de Noves Visions, y que consiste en un montaje de escenas de películas míticas de dicha sección (Bronson, House of the Devil…), han quitado los tres segundos que aparecían de Quién te cantará, de Carlos Vermut. Qué cosas…
Bueno, vamos a hablar ya un poco de pelis, ¿no?
WE BURY THE DEAD (Zak Hilditch, Australia, 2024)
Trailer, fotos, sinopsis y ficha
Un accidente catastrófico, ocurrido durante unas pruebas con un arma experimental de pulso electromagnético, liquida de golpe a toda la población de Tasmania (medio millón de personas se quedan pajarito en cuestión de segundos); y espérate, que a continuación la cosa se pone mejor: algunos de los fallecidos (vista la película diría que más o menos uno de cada diez) se vuelven a levantar como muertos vivientes, en una especie de reseteo mal hecho que les ha borrado todo el disco duro. Al menos parecen ser dóciles (de momento), pues hacen poco más que estarse quietos y poner la mirada de los mil metros. Hasta ese infierno en la tierra llega Ava, una voluntaria que dice querer ayudar en las labores de retirada e identificación de los cadáveres, pero que en realidad está allí para encontrar a su marido, que andaba de viaje de negocios por la isla cuando tuvo lugar el incidente.
We bury the dead es la prueba de que aún se pueden facturar propuestas frescas y relevantes en el cine de pandemias zombi, más allá de las carreras y el hachazo en la cabeza. Su guionista y director, Zak Hilditch, parece estar de acuerdo con la mayoría de nosotros en que lo menos interesante de las películas de zombis suelen ser los zombis, y en que las mejores muestras del género lo son por los trasfondos y las dinámicas de los personajes vivos. We bury the dead establece un worldbuilding potente y con personalidad, coloca en el centro a dos personajes que generan empatía instantánea (y que están muy bien encarnados por Daisy Ridley y Brenton Thwaites), y se atreve incluso a dar matices de comportamiento a los no muertos: algunos de ellos atacan de inmediato, otros solo se te quedan mirando, e incluso algunos parecen conservar el suficiente intelecto como para ser trágicamente conscientes de lo que les ha pasado.
"No había más presupuesto para sables láser que para esto"
En We bury the dead no hay hordas de monstruos golpeando las puertas, pero sí una gran sensación de escala apocalíptica (bien transmitida tanto por la elegante fotografía como por la inquietante banda sonora) y varios momentos de buena tensión, que no por formar parte del catálogo tradicional de este tipo de producciones resultan menos efectivos. De hecho, es que casi todo en We bury the dead es efectivo, tanto las escenas de acción pura como la exploración del mundo que ha quedado, o los momentos íntimos de reflexión atormentada de los protagonistas (el duelo emocional de Ava se nos va revelando mediante flashbacks).
Casi todo es efectivo… menos la última escena, una ridiculez innecesaria, que fuerza un cierre artificial e inverosímil al arco de la protagonista. No es algo como para estropearte el resto de la cinta, pero el hecho de que sea la única cantada del guión, la única concesión al hollywoodismo más ramplón y moralizante, la convierte en un tropiezo estruendoso. Mejor imaginar que We bury the dead acaba un minuto antes y quedarnos con las buenas sensaciones.
Venusentencia: Copas de yate
GOOD BOY (Ben Leonberg, EUA, 2025)
Trailer, fotos, sinopsis y ficha
La premisa de "Una película de fantasmas contada desde la perspectiva de un perro" hacía tener sueños húmedos a los fans del género, que imaginábamos una obra de culto instantáneo con todo tipo de hallazgos narrativos y un festín de escalofrios. El proyecto de la bruja de Blair para una nueva generación. Por desgracia, a la hora de la verdad muy poco de eso ha llegado a cristalizar, y Good Boy se queda en un voluntarioso pero fallido intento de generar inquietud, al que se le nota el magro presupuesto, la inexperiencia de su debutante director a la hora de hacer cosas interesantes con la cámara y cierta escasez de ideas más allá de la mencionada premisa.
Los problemas de Good Boy empiezan casi enseguida, con una decisión de estilo que no solo carece de lógica sino que resulta muy perjudicial para el resultado global de la película: no mostrar casi en ningún momento la cara del dueño (de ningún humano, de hecho). Supongo que la idea era situarnos en el estado mental del chucho, pero eso es absurdo teniendo en cuenta que el pobre animal se pasa gran parte del metraje, precisamente, mirando a su dueño.
"Mi película favorita es Las aventuras de Chatrán"
Hubiera tenido mucho más sentido que, por ejemplo, no entendiésemos los diálogos de los humanos (total, el 90% del tiempo son meras frases utilitarias como “Buen chico” o “Baja de la cama”). Pero con la decisión de no sacar la cara del dueño en pantalla lo único que se consigue es despersonalizarlo, hasta el punto de hacer que acabe cayendo antipático y nos importe un pimiento lo que le ocurra; lo cual, claro, es un problemón en una cinta que va de un perro que intenta salvar a un humano. Llega incluso a resultar un tanto enervante que el perro corra tantos peligros para proteger a semejante pazguato.
Por lo demás, Good Boy es feucha en lo visual (iluminación un poco de tren de la bruja), hace trampas constantes con sus elementos fantásticos (que parecen saltarse sus propias reglas a conveniencia del guion), asusta más bien tirando a cero y resulta repetitiva hasta decir basta (hay un número máximo de veces por película que resulta interesante ver a un perro gimiendo a una puerta o mirando un pasillo vacío; aquí ese número se supera con creces). Por muy benévolos que queramos ser en nuestra valoración y muy a favor que estemos de las propuestas innovadoras, no tiene sentido andar diciendo que los molinos son gigantes: Good Boy dura tan solo 73 minutos, pero le sobran por lo menos 30. Supongo que el hype era demasiado bueno para ser cierto.
Venusentencia: Congelada en carbonita
LA HERMANASTRA FEA (Emilie Blichfeldt, Noruega, Polonia, Suecia y Dinamarca, 2025)
Trailer, fotos, sinopsis y ficha
Siglo XVIII, en un rincón de la campiña noruega. Rebekka, una viuda arruinada y con dos hijas adolescentes, intenta asegurar su futuro casándose con Otto, un terrateniente mucho mayor que ella y también viudo y con hija adolescente, la hermosa Agnes. Cuando el anciano muere al cabo de poco tiempo, Rebekka descubre que estaba tan arruinado como ella, así que pone en marcha el plan B: marginar a Agnes, reduciéndola a ser una mera sirvienta, y tratar de casar a su hija Elvira con el príncipe local. Pero Rebekka es consciente de que Elvira es fea, de modo que procede a someterla a todo tipo de perrerías físicas y psicológicas, para que llegue al baile de palacio convertida en una pretendiente digna de despertar la atención del príncipe.
Tardé como media hora en darme cuenta de que estaba viendo una relectura de "La cenicienta" desde el punto de vista de la peor de sus hermanastras, y por un lado me sabe mal que casi nadie vaya a poder ver la película desde ese desconocimiento; pero por el otro, creo que buena parte del disfrute de La hermanastra fea (que yo me perdí durante esa primera media hora en la que no acababa de situar lo que estaba viendo) viene, precisamente, del juego consciente que le ofrece al espectador: comparar la transparencia moral de las diversas adaptaciones que conocemos del cuento (en especial la de Disney), con la crueldad de lluvia fina y la sombría ambigüedad que despliega esta versión.
"Qué bien, gracias a esta relectura del cuento, puedo tener sexo con los lacayos"
La hermanastra fea puede recordar a La sustancia en sus ramalazos de body horror (aquí mucho más contenidos, pero también mucho más realistas y cercanos al torture porn, lo cual aumenta su impacto de manera notable), en su humor negrísimo, en su discurso trágico sobre el auto-machaque para encajar en los tradicionales roles de “jarrón chino” que toda sociedad impone a las mujeres en mayor o menor medida, y en su excelente plantel de actrices. Sin embargo, dejando de lado cualquier referente que le busquemos, la película tiene también una identidad propia, menos granguiñolesca, más sutil y patética. La directora Emilie Blichfeldt debuta con un puñetazo en las tripas que, sospecho, haría aplaudir entusiasmados a los mismísimos hermanos Grimm.
Venusentencia: Copas de yate
GAUA (Paul Urkijo, España, 2025)
Trailer, fotos, sinopsis y ficha
Retablo de cuentos con moraleja del folclore medieval vasco, principalmente tres de ellos, que se van entrelazando unos copn otros hasta confluir en un final común. Los protagonizan brujas, demonios, fatas, elementales y demás criaturas de la noche y de los bosques, pero también maridos celosos, esposas vengativas e inquisidores fanáticos, igualando así historia y mitos en un mismo estatus de importancia, algo que ya ocurría en Irati, la anterior obra del director Paul Urkijo que nos asombró a todos en Sitges 2022, aunque menos de lo que nos ha asombrado Gaua en Sitges 2025.
Lo que está haciendo Urkijo, rescatando las leyendas tradicionales de Euskal Herria y convirtiéndolas en cine espectáculo, es una puñetera pasada. Diría que nadie más en toda Europa está creando a día de hoy ese tipo de cintas de fantasía épica y oscura con semejante nivel de mojo. Gaua es menos directa que Irati, más pausada y densa, pero también mucho más arriesgada en lo narrativo (con ese mensaje de reivindicación de lo marginal en tiempos de inquisición, que no hará gracia a todo el mundo pero oye, desde el cariño: que los folle un pez), y muchísimo más ambiciosa en lo visual, con momentos de un diseño de producción alucinante.
"Si esperabas brujas como Charlize Theron en Blancanieves y la leyenda del cazador, vas lista"
Es cierto que, a nivel de guion, cuenta historias muy sencillas y que en cambio entra en un nivel de detalle antropológico quizá algo excesivo para el espectador común. También es verdad que carga mucho las tintas a nivel ideológico, dejando clarísimo quién es bueno y quién es malo, y estableciendo paralelismos poco disimulados con la actualidad política (incluso con un texto en pantalla a modo de epílogo), pero ya me dirás tú cómo se puede ser aséptico y equidistante a día de hoy si nos ponemos a hablar un poco en serio de la caza de brujas por parte de la iglesia.
En lo visual, que es donde la película rompe la pana, se diría que Urkijo mantiene un ojo puesto en las pinturas negras de Goya y el otro en directores como el Peter Jackson de El señor de los anillos, el Guillermo del Toro de El laberinto del fauno o el Neil Jordan de En compañía de lobos. No quiero hacer spoilers, así que me limitaré a decir que los últimos 10 minutos ofrecen algo que jamás se ha visto tan soberbiamente rodado. Gaua es una orgía literal y metafórica.
Venusentencia: Venus Hall of Fame
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