<En la mítica de la fabrica de los sueños siempre han sabido darle ese toque de “Sexo, Drogas y Rock’n’Roll” que ayuda a convertir a las simples estrellas del cine en verdaderos mitos. Desde la pendenciera vida, o historia, de Errol Flyn o Valentino hasta los burdeles con madame incluida rememorando a los salones de película de la Nueva Orleans de los tiempos de vapores y jugadores de apellidos franceses. O las más modernas adicciones sexuales que los recluyen en alguna clínica de rehabilitación, donde uno se pregunta en qué demonios consistirá la terapia. Más allá de las conocidas duchas frías y aplicar de formar regular un pillamiento con la tapa de un piano.
En esta corriente, se publica el 14 de febrero el libro “Full service: My adventures in Hollywood and the secret sex lives of the Stars”. Las vivencias y peripecias de un tal Scotty Bowers, un gasolinero de una estación cerca de la Paramount, y ex marine –para redondear el guión- quien además de limpiar los cristales de los cochazos que debían pasar por la gasolinera, cargaditos de estrellas y magnates, ponía su propia parte trasera o delantera a servicio del cliente, en ese lema que tan a rajatabla llevan en los USA de que el cliente siempre tiene la razón.
Pues ahí estaba él, enfundado en su mono, con el pañuelito colgando desde uno de los bolsillos, la frente manchada de grasa, sudoroso, bajo el sol tórrido de California, la piel tostada, brillando resplandeciente en el reverberar de esa mezcla de aceite y sudor sobre su piel, el mono abierto hasta la mitad, luciendo pectorales de marine, el pelo lacio al viento, diciendo con voz varonil y tono socarrón “¿Lleno, por favor?” Y en estas que se le aparece Walter Pigdeon y le ofrece 20 dólares para utilizar la manguera para otros menesteres.
A partir de aquí pues es evidente que el nombre de los siguientes debe de elevar el glamour y así pues desde Cary Grant a la Hepbrun, o la Piaff o Rock Hudson –este pobre está siempre en todas- o el mismo y católico Tracy, pasaban con el depósito vacío por la gasolinera. Y el chaval no sólo se entregaba él si no que lograba servicios y contactos, todo un empresario, que eso sí, parece que nunca abandonó su verdadera pasión de surtir de carburante a cualquier automóvil.
No estaría mal que por estas latitudes también se inventaran, o no, una historia de bajos fondos y pasión, de sexo y de lujuria, claro que no motiva lo mismo que sea Katherine y Spencer los que comparten a una jovencita o un jovencito –sin tampoco ser unos sex symbols- que pensar en el “nunca mais” Tosar teniendo un idilio apasionado con el Echanove. No es lo mismo.
En fin, poco importa si este planteamiento propio de una peli porno de bajo presupuesto es cierto o no, como bien dice el lema: el espectáculo debe continuar./>
Scotty Bowers (y su manguera) en la actualidad
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