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GUERRA MUNDIAL Z reportaje: Zombis de dos velocidades

2. La estructura narrativa

“Hamburgo estaba completamente infestado. Estaban en las calles, en los edificios, salían del Neuer Elbtunnel. Tratamos de sellarlo con vehículos civiles, pero pasaban retorciéndose a través de cualquier abertura como gusanos gordos y ensangrentados”. – del libro “Guerra Mundial Z”, de Max Brooks

   Como ya hemos dicho, Guerra Mundial Z no es una novela al uso. Está estructurada como una antología de entrevistas con supervivientes diversos, que van pintando un fresco de “lo que fue” la guerra contra los zombis (la obra está ambientada una década después de dicha contienda). De hecho, posiblemente la mayor influencia de Brooks a la hora de escribirla (por encima de La noche de los muertos vivienteso cualquier otra peli similar) fue el libro The Good War (ganador del Pulitzer en 1985), que narraba el antes, el durante y el después de la Segunda Guerra Mundial a base de los testimonios de personas que vivieron dicho conflicto.

 

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Así es como se ve que saltan los zombies en la película

 

   Por lo tanto, el libro es una obra coral que carece de “trama” y de un protagonista al uso. Es obvio que eso debía modificarse a la hora de plantear un blockbuster hollywoodiense, y más si al frente del reparto estaba una macroestrella como Brad Pitt. Sin embargo, la opción elegida finalmente es el súmum de lo chorra: la salvación de toda la raza humana no depende del esfuerzo de miles de analistas, políticos, científicos y militares trabajando de manera coordinada, sino que se fía por entero a un solo tipo, el ex-investigador de la ONU Gerry Lane (Brad Pitt). Él, prácticamente en solitario y por sus propios medios, será el encargado de viajar de aquí para allá buscando una cura para la pandemia, mientras el resto del mundo contiene la respiración y cruza los dedos, a ver si nos toca la rifa. Por suerte Gerry es un héroe de acción más apañado que Jason Bourne y James Bond juntos, y va llegando a cada paraje exótico justo a tiempo de encontrar la pista que le lleve hasta el siguiente punto de destino, como si aquello fuera una gimcana extrema o un videojuego estilo “Resident Evil”.

   Reducir el “scope” de la historia desde un nivel global (el fin del mundo), hasta uno personal (las peripecias survivalistas de Brad Pitt durante el fin del mundo) convierte a la película en un divertimento ligero, únicamente disfrutable si se contempla con un nivel de exigencia tirando a bajo. Llegados a este punto, esto ya no tiene nada que ver con el libro. De hecho, hasta el mismo título acaba sonando inadecuado teniendo en cuenta lo que relata la película, que no es ni mucho menos un relato comprensivo de la Guerra Zombi.

 

 

3. La lectura política

“El miedo, el miedo es el producto más valioso del universo. Sólo tienes que encender la televisión. ¿Qué ves? ¿Gente vendiéndote productos? No. Gente vendiéndote el miedo a tener que vivir sin sus productos (…). Miedo a envejecer, miedo a estar solo, miedo a la pobreza, miedo a fracasar. El miedo es nuestra emoción más simple. El miedo es primitivo. El miedo vende”. – del libro “Guerra Mundial Z”, de Max Brooks

   “Guerra Mundial Z”, la novela, es antes que un libro de género terrorífico un análisis sociopolítico del “zeitgeist” mundial a principios del siglo XXI, y de cómo reaccionaría nuestra sociedad ante una catástrofe con potencial para exterminar a toda la raza humana. Los zombis, el elemento aberrante de la historia, son una mera excusa, pues la trama funcionaría igual de bien con una pandemia más realista (la gripe aviar, el ébola, la rabia o lo que fuese). En este sentido el libro es como un ensayo de investigación periodística, excelentemente documentado para darle realismo. Brooks se obsesionó en contrastar con verdaderos expertos en la materia hasta el último dato técnico, médico, militar, social o político (al parecer, durante el proceso de escritura solía despertarse en plena noche con sudores fríos, dudando de si había citado correctamente los efectos de una bomba termobárica o el modelo concreto de misil que disparaba un helicóptero Comanche).

   La película trata los aspectos sociopolíticos del conflicto de manera muy superficial en apenas un par de secuencias, y luego los mantiene como mero telón de fondo. Vemos desmoronarse a la sociedad humana, sí, pero de manera muy genérica y sin demasiado rigor. "Europa es un agujero negro", dice un militar de alto rango en cierta escena expositiva... Y esa es toda la información que recibiremos acerca de lo ocurrido en el viejo continente. Al final la cosa parece una especie de versión de Independence Day o 2012 sin sentido del humor.

 

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Y así es como saltan los zombis en la realidad

 

   Otra de las grandes dudas que planteaba la adaptación era cómo lograr explicar el conjunto de la guerra zombi en solo dos horas de película. Parecía tan complicado como intentar hacer una película que abarcase toda la Segunda Guerra Mundial, y por eso la mayoría de fans abogaban más por el formato de serie de TV (siguiendo los pasos de The Walking Dead o Juego de tronos). Bien, pues la versión fílmica de Guerra Mundial Z soluciona este problema simplemente ignorándolo: la acción empieza y acaba “in media res”, a lo bruto. La pandemia zombi, lejos de extenderse de manera paulatina y escalonada como en el libro, parece estallar en todo el planeta el mismo día y a la misma hora, como si alguien hubiese hecho sonar una bocina y de repente las hordas de muertos vivientes (que debían de estar todos escondidos en fila india detrás de un árbol), se hubiesen lanzado a atacar a los humanos. Un escenario que, aunque casa bien con el ritmo frenético que se quiere dar a la acción, resulta bastante inverosímil.

 

 

4. El paciente cero

“La piel del niño estaba tan fría y gris como el piso de cemento en el que estaba tirado. No pude sentir ni su pulso ni los latidos de su corazón. Sus ojos se veían feroces, abiertos de par en par, pero hundidos en sus cuencas. Permanecían fijos en mí como los de un animal de presa”. – del libro “Guerra Mundial Z”, de Max Brooks

   Éste es quizás el cambio más rocambolesco de todos. La novela arranca con el relato sobre la aparición del “paciente cero” de la pandemia, algo que en la película se reserva como un misterio investigativo que no se resuelve hasta media película (y que acaba en un callejón sin salida un tanto decepcionante a nivel narrativo). Aparte de esto, en la novela la epidemia se desata en China, mientras que en la película no queda claro si ha empezado en India o en Corea del Norte. Esto, aparte de estropear hasta cierto punto otro de los mejores capítulos del libro (el dedicado a Corea del Norte, cuya población parece haber desaparecido en masa tal como arrancó la guerra zombi), ni siquiera tiene un sentido estrictamente narrativo. Fue una imposición de los productores de Paramount en el guión, que prefirieron eliminar de la trama toda referencia a China (que además en la novela evoluciona hasta convertirse en un estado democrático a raiz de la guerra zombi) para evitar que la censura del gobierno chino impidiese la distribución de la película en ese país.

   Lamentable pero cierto, China se ha convertido en los últimos años en el principal mercado internacional para Hollywood (por delante de Europa), y sus leyes limitan muchísimo el número de películas extranjeras que se permite estrenar cada año en sus salas, así que los contables de la Paramount decidieron que no se podía poner en riesgo la recaudación del filme en dicho país por un mero “detalle de guión”. Los norcoreanos, en cambio, llevan ya unos años siendo los nuevos villanos oficiales de occidente, así que tampoco pasaba nada si además los acusábamos de ser los causantes de un holocausto zombi…

 

 

     

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