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EL BAÑO DEL DIABLO crítica: Mujeres desesperadas

La película ganadora del Festival de Sitges a medio camino del folk horror y el drama costumbrista

CHEMA PAMUNDI

Estamos en la campiña austriaca a mediados del siglo XVIII. Agnes es una joven depresiva y alucinada por las estrictas normas religiosas de la época, cuya condición empeora hasta lo indecible al verse atrapada en un matrimonio en el que es absolutamente ninguneada. Wolf, su marido, la utiliza solo como una herramienta de trabajo con la que ayudar a pagar la casa donde viven, sin fijarse en ella para nada más, ni siquiera para tener sexo. La única mujer a la que Wolf hace cierto caso es su propia madre, que para sorpresa de nadie también cree que Agnes es una inútil. En un entorno que educaba a las mujeres para que se acostumbraran a ser mercancía de segunda clase y a vivir en régimen de esclavitud, Agnes asume que toda la culpa es suya: que Dios la está castigando por ser incapaz de complacer a su marido, darle hijos y hacerle feliz.

La terrible trama que narra El baño del diablo no está basada en ninguna novela de ficción, sino en un libro de divulgación histórica que explica que, en la Europa Central de aquella época, hay documentados centenares de casos de “suicidio femenino por proxy”, es decir de mujeres que desarrollaban tendencias suicidas pero que, para evitar ir al infierno (el suicidio era considerado pecado mortal), cometían crímenes atroces y de inmediato se entregaban a las autoridades, a fin de ser condenadas a muerte; el proceso judicial incluía una confesión ante el cura de turno, que les perdonaba sus pecados y de ese modo permitía que tras morir fuesen al cielo. Es un asunto que hiela la sangre, algo que la película también consigue de manera bastante certera gracias, sobre todo, a una mortecina puesta en escena, que recuerda a obras como La bruja, y a una interpretación fuera de serie de la actriz protagonista, Anja Plaschg.

 

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El dúo de directores y guionistas formado por Veronika Franz y Severin Fiala insisten en llevarnos por los territorios del terror psicológico, tras dos obras tan rotundas como Buenas noches mamá y The Lodge. No obstante, si bien las hechuras estilísticas de El baño del diablo pueden remitir al folk horror clásico, su fondo es el de un dramón desolador más cercano al Dies Irae de Carl Theodor Dreyer, con algunos tintes de true crime. Aquí no hay elementos paranormales o surrealistas, y el único monstruo es la crueldad humana más absoluta, desplegada sin cortapisas que la frenen. Los personajes que rodean a Agnes no son villanos, son solo “productos estándar” de una sociedad tiránica e inapelable. La angustia casi física que produce la película deriva de la desesperación y la creciente degradación mental y emocional de la protagonista, al darse cuenta de que vive en una cárcel de la que es imposible escapar porque no está delimitada por paredes de piedra, sino por una serie de restricciones morales que nadie discute. Las cosas son así, siempre han sido así y siempre van a seguir siendo así (si acaso, van a ir a peor), mientras ella viva.

“Si bien las hechuras estilísticas de El baño del diablo pueden remitir al folk horror clásico, su fondo es el de un dramón desolador más cercano al Dies Irae de Carl Theodor Dreyer”

El baño del diablo es una cinta densa, de diálogos tan escasos como contundentes, con larguísimos pasajes de absoluto silencio, dominados por escenas de triste monotonía cotidiana, miserable trabajo físico y un paisaje igual de afligido que el corazón de Agnes. Todo ello conforma un ejercicio de congoja que no da el menor respiro al espectador. Es dura de ver e imposible de disfrutar, pero está dotada de un potente magnetismo malsano que obliga a seguir mirando.

 

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Habrá ciertos espectadores que le encuentren un par de problemas importantes a El baño del diablo. Uno de ellos es su lentitud contemplativa, que puede llegar a resultar exasperante si no se entra en la historia que nos cuenta con absoluta concentración: esta no es una película para tener puesta de fondo en la plataforma de turno mientras se pliega ropa o se prepara la cena (película ganadora de la reciente edición del Festival de Sitges, yo mismo me vi afectado por esto durante la proyección en el marco del certamen, donde todo lo ves con cierta prisa, y reconozco que mi opinión ha mejorado al poder volver a verla después, de una manera más reposada y atenta).

El otro problema sería cierta falta aparente de empatía hacia la protagonista, que es observada por la cámara con la frialdad de un entomólogo que le van arrancando patas a un insecto para ver qué ocurre; paradójicamente, este es un modo bastante astuto de demostrarnos lo fácil y orgánico que debió de ser que este tipo de cosas llegaran a ocurrir (la banalidad del Mal y eso), pero queda la duda de si a los autores de la cinta les interesa Agnes en concreto como persona, o sólo como el necesario vehículo de dolor y humillación que les permita ilustrar su argumentario. Salvando las distancias, esta película puede llegar a generar los mismos dilemas morales que Martyrs, otro título con personajes que las pasaban morrocotudas y no estaba claro que al director le importasen. La conclusión es que quizás no sea necesario pasar por el mal trago de ver algo tan jodido como El baño del diablo, pero desde luego es completamente necesario que exista.

 

INFORME VENUSVILLE

Venusentencia: Copas de yate

INF VNV 4

Recomendada por Kuato a: quien quiera ver algo oscuro y extremo sobre la condición humana, en la línea de La zona de interés.

No recomendada por Kuato a: quien vea cine de terror para “pasarlo bien pasándolo mal”. Aquí solo se pasa mal.

Ego-Tour de luxe por: el prólogo y el final. Quizás los dos momentos más desgarradores que nos deja el cine en 2024.

Atmósfera turbina por: que nunca es agradable salir del cine triste, revuelto y cabreado.

 

EL BAÑO DEL DIABLO. "The Devil's Bath" (2024). Dirección y guión: Veronika Franz, Severin Fiala. Reparto: Anja Plaschg, David Scheid, Maria Hofstätter, Tim Valerian Alberti, Natalija Baranova, Franziska Holzer, Elma Kurz, Agnes Lampl. ESTRENO EN VENUSVILLE: 15/11/2024.

 

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