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DUNE crítica: Tragar arena

Nueva adaptación de Dune, aún más densa, larga y tocha que la de 1984, a cargo de Denis Villeneuve

CHEMA PAMUNDI

Me he aburrido como un perro viendo Dune. Me he aburrido como un perro, y además tengo la impresión de que escribir esta crítica va a ser un ejercicio de lo más estéril. Supongo que podría extraer cierta satisfacción de equipararme al niño del cuento “El traje nuevo del emperador”, el listo del pueblo que hace ver a los demás que el susodicho emperador desfila en pelotas. Sin embargo, ni me siento especialmente listo ni me parece que vaya a poder convencer a nadie, porque estamos ante una película destinada a situar a la mayoría de la gente en dos grupos muy claros: los fans de las novelas de Frank Herbert lo van a flipar fuerte y la van catalogar de adaptación perfecta, minimizando el hecho de que una cinta así de densa y opaca, que quizás ni siquiera se entienda del todo por sí sola, dista mucho de poder considerarse una “adaptación perfecta”; y luego está el gran público que va a ir a verla más o menos a ciegas y se va a aburrir tanto como yo pero, por no parecer aguafiestas ante lo que se está vendiendo como el evento cinematográfico del año, la va a juzgar con benevolencia (el socorrido “Está bien… un poco lenta, ¿no?”). O sea, que esta crítica tiene muchos números para parecer una simple pataleta contra una cinta que va a dejar contento en mayor o menor medida a casi todo el mundo. Pero en fin, intentémoslo.

La trama básica de la cosa es que, en una galaxia que se supone que es la nuestra en el año 10.000 y pico, el emperador galáctico decide así por las buenas retirar el control del planeta Arrakis a la casa noble de los Harkonnen (los malos; se ve enseguida porque son todos calvos), para entregárselo a la casa noble de los Atreides (los buenos; se ve enseguida porque son todos guapos). La gracia de Arrakis, un mundo desértico de arriba a abajo, es que produce un recurso natural llamado “especia”, que se vende carísimo debido a sus múltiples propiedades cuasi-mágicas, entre ellas la de ser el componente fundamental que necesitan las astronaves para poder cruzar el espacio. Claro, los Harkkonen se toman regular que les hayan quitado el chiringuito y ya tenemos lío geopolítico y guerra galáctica al canto. Mientras tanto, el heredero adolescente de la casa Atreides, Paul, va descubriendo poco a poco que le están saliendo unos poderes psíquicos muy tochos, que siente una afinidad sobrenatural por los místicos habitantes originales de Arrakis llamados Fremen, y que a lo mejor incluso es EL ELEGIDO (madre mía, lo que cuesta encontrar una peripecia de estas en la que no haya un “elegido”) que habrá de conducir a la humanidad a una nueva era de technicolor y wifi gratis. En fin, tremendo drama.

Lo que me ha dejado muy claro este Dune de Denis Villeneuve, es que el principal problema de adaptar al cine la totémica novela de Frank Herbert no es tanto que sea particularmente enrevesada, sino que, desde su publicación en 1965, ha supuesto el principal referente para tantas otras historias de ciencia-ficción y fantasía, que nada de lo que propone nos resulta ya demasiado novedoso. Como ocurre a menudo con las obras fundacionales, "Dune" ha acabado quedando arrinconada por todas aquellas novelas, películas y series que jamás hubieran existido de no ser por ella, desde Star Wars (el worldbuilding exótico, el concepto del “elegido” que decíamos antes…) hasta Juego de tronos (las intrigas palaciegas entre clanes por el poder), pasando incluso por Avatar (el ecologismo enfrentado a la maldad intrínseca del progreso capitalista…) y muchas otras que han sabido canalizar sus hallazgos, puliéndolos para mostrarse como productos carismáticos y digeribles. Dune no puede venderse de ese modo, porque tiene tal carga icónica que aligerar sus contenidos se interpretaría como una traición al texto original. Para que una adaptación de Dune sea considerada digna, tiene que ser lo más literal y completista posible. Por lo tanto, el resultado no puede ser otra cosa que un PLOMO.

 

"Tú tranquilo, que al menos en flequillo ganamos a la versión Lynch"

 

Cierto crítico famoso dijo una vez, a propósito de una película muy bonita pero muy peñazo, que era “como pasar un día en el campo sin comida”. Este Dune que ahora se estrena sería más bien como pasar un día de playa sin poder bañarse, porque ni siquiera resulta un espectáculo visual que te deslumbre los sentidos durante dos horas. Su búsqueda de cierto halo de ciencia-ficción dura, creíble y “trascendente”, deriva en una puesta en escena sobria y austera, una gama cromática mortecina, e incluso unas escenas de batalla (pocas) que nadie duda de que sean de lo más correctas a nivel temático pero no transmiten vigor ni adrenalina. Más allá de momentos puntuales como la súbita aparición de un gusano de arena, un intercambio de espadazos bien coreografiado, el barón Harkonnen levitando en ropa de cama o la enigmática Chani (Zendaya) paseando por dunas oníricas mientras sonríe hacia la cámara como si anunciase una marca de colonia, hay poquitas escenas que se queden en la memoria. Ni tan solo se saca todo el partido panorámico que merecería el desierto de Arrakis (y mira que la cosa se prestaba a lucirse en plan Lawrence de Arabia). Es como si Villeneuve llevase puesto el freno de mano, quizás guardándose sus mejores trucos para la segunda parte, cuando sea que llegue.

El director se esfuerza por llenar cada escena de solemnidad y atención minuciosa por el detalle, en un ejercicio de respeto máximo por la obra de Herbert. Quizás, de hecho, demasiado respeto. El que pasa por ser uno de los directores con más personalidad del panorama actual, parece tan intimidado por la fuente que está adaptando, tan preocupado por satisfacer el canon que los fans tienen en mente, que le acaba saliendo un filme funcionario, taciturno y agarrotado, que echa por la borda conceptos como la empatía con el espectador, la intensidad o el ritmo, en favor de una serie de estampas que seguramente ilustran de forma milimétrica las descripciones del libro, pero parecen envasadas al vacío. Dune abusa de una lentitud afectada, sobre todo en una primera hora atiborrada de debates económicos, políticos, religiosos y logísticos, que son una murga de diálogos expositivos estáticos, nada fluidos, llenos de tecnicismos. Es como ver una sucesión de reuniones de empresa.

"Dune abusa de una lentitud afectada, atiborrada de debates económicos, políticos, religiosos y logísticos, que son una murga de diálogos expositivos estáticos llenos de tecnicismos"

Otro de los problemas deriva, claro, de que estemos ante una película sin apenas desarrollo ni final, que adapta solo algo más de medio libro y se acaba de repente con un mini-clímax de duelo a navajazos muy poco… climático. Villeneuve, sin duda consciente de lo difícil que resultaba la empresa, pidió que se le unieran a la escritura del guion un par de veteranos como Eric Roth (Forrest Gump, Munich) y Jon Spaiths (una decisión esta, de cierto riesgo, teniendo en cuenta que sus anteriores créditos en el género de la ciencia-ficción son dos desastres como Prometheus y Passengers). Aún así, la cinta no se libra de parecer un prólogo alargado, que se centra en plantear la historia y solo alcanza a entrar de lleno en lo que sería el nudo argumental en sus 30 últimos minutos. La sensación es un poco la misma que si estuvieras viendo Matrix y se te fuera la luz justo cuando Neo dice “¡Ya sé kung-fu!”. Sumando el minutaje de las dos entregas que van a relatarnos el primer tomo de la saga, esta versión de Dune durará más que la miniserie televisiva del 2003. Y ojo, no es que la historia no dé para tanto, ni mucho menos, sino que Frank Herbert la escribió como una unidad narrativa y, al partirla por la mitad sin contemplaciones, esta primera parte no se ha reequilibrado de manera adecuada.

Para ser justos, Dune hace varias cosas muy bien. Transmite extrañeza en casi todo, desde las descomunales naves espaciales hasta los gusanos de arena, el aspecto amenazador de las Bene Gesserit o los enviados imperiales, la sociedad Fremen con su mezcla loca de tradiciones arcaicas y cachivaches tecnológicos ocurrentes para sobrevivir en el desierto, o la, a ratos, atonal banda sonora de Hans Zimmer. También acierta al colocar en primer plano el sistema de explotación colonial de la galaxia, que al menos pone en cierta tela de juicio el rollo macabeo del “salvador blanco” destinado a ayudar a los pobrecitos indígenas (en lo que ya no acierta tanto es en racializar de manera algo tópica a esos indígenas; pero había dicho que en este párrafo iba a decir solo cosas buenas sobre la peli, de modo que dejémoslo ahí). Construye un protagonista interesante, que no es que tenga dudas sobre el hecho de ser el mesías, sino que está directamente cagado de miedo; y tiene un diseño de vestuario fabuloso, quizás el apartado artístico que mejor te transporta al universo único de Dune y que explica a muchos de los personajes de manera nítida, con solo mirarlos.

 

"Si la segunda parte no se rueda, nos ofrecemos para una de Mad Max"

 

Dichos personajes, por lo demás, son de una pieza porque la película no dedica demasiado espacio a explicarlos en profundidad, aunque debe reconocerse que al menos los actores saben sacar partido a esa única dimensión con la que se les ha permitido jugar: la alienación de un Paul Atreides (Timothée Chalamet) al que le cuesta aceptar el poder para el que está destinado y la responsabilidad que ello conlleva, el sentido del deber de su padre (Oscar Isaac), la angustia de su madre (Rebecca Ferguson), la lealtad de Duncan Idaho (Jason Momoa), la codicia del barón Harkonnen (Stellan Skarsgard), la ira de su sobrino Glosu Rabban (Dave Bautista)… Quizás no sean grandísimas interpretaciones, pero son interpretaciones que se ajustan a las necesidades icónicas de la narración.

El debate está en si esos mismos personajes se podían haber escrito de una manera menos envarada y básica, menos esculpidos en mármol; si, por ejemplo, la evolución del protagónico Paul Atreides a través del “periplo del héroe” podía parecer más natural en lugar de surgir de manera abrupta en los minutos finales de película (y debido a una escena de resolución que se plantea muy por el morro). La respuesta a esas preguntas aparece cuando comparamos Dune con otros macrorrelatos de complejidad similar como El señor de los anillos o la ya mencionada Juego de tronos. Sí, se podía.

Y bueno, tampoco tiene sentido seguir atizándole al borrico para que ande. Denis Villeneuve ha querido ofrecer una versión de Dune canónica y opulenta, pero es una película que cae aplastada por su propio peso. Por la responsabilidad autoimpuesta de tener que ser la mayor historia de ciencia-ficción jamás filmada y por estar más pendiente de aleccionar que de entretener. Es una versión de Dune que no sufre las apreturas de metraje que hacían casi incomprensible a la de David Lynch (ni tampoco los excesos pop que la hacían ridícula), pero que comparte con ella el error de ir dirigida en exclusiva a los fans ya instruidos en lo que van a ver. Los demás, los espectadores casuales que pretendan engancharse a la historia desde cero, quedarán un poco abandonados en el desierto, echándose una siesta entre las dunas. De cara a la segunda entrega, sería deseable que los guionistas insistieran menos en los politiqueos pelmas y el misticismo machacón, y dejasen más hueco a la epicidad y la empatía. Casi al final de la película, el personaje de Chani (Zendaya) nos dice: “Esto es solo el principio”. Pues nada, habrá que tener paciencia…

 

SENTENCIA VENUSVILLE

Venusentencia Venusville: Dos caras Harvey

INF VNV 3

Recomendada por Kuato a: quien sea tan fan de las novelas de Dune que, para quedar satisfecho, tenga suficiente con que le hagan un tour visual de dos horas y media por el planeta Arrakis.

No recomendada por Kuato a: quien quiera disfrutar de una saga de ciencia-ficción sin necesidad de leerse un libro de 600 páginas para poder tener la experiencia completa.

Ego-Tour de luxe por: esas escenas inquietantes del Barón Harkonnen (Stellan Skarsgard) acariciándose la cabeza y hablando lentito, que recuerdan al Coronel Kurtz de Apocalypse Now.

Atmósfera turbinea por: la absurda negativa de Warner Brothers a dejar que Denis Villeneuve rodase las dos partes a la vez, lo cual deja en el aire una segunda entrega que aún no tiene luz verde y que, siendo muy optimistas, no se estrenará hasta 2023.

 

■ DUNE. Estreno en Venusville: 17/09/2021.

 

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1 Respuesta

  1. es una adaptación del libro con algunos cambios que no estan en el libro o que ocurren en otros momentos, no me gustaron los actores elegidos para hacer los dos personajes de Paul y Chani, mas teniendo en mente la actuación de los actores de Duna de David Lynch que realmente supieron hacer una buena puesta de ambos personajes. La de Lynch por lo menos explica con una voz en off lo que sucede y por que sucede o se llego a ese punto cosa que esta nueva versión si no leyeron el libro deja mucho a la imaginacion. La de Villeneuve es superior en los efectos visuales pero hay 30 años de diferencia. Saludos

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