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SITGES 2011 crónica día 3: Gente muy sola

   

Gente muy sola

Tercer día de festival: Mientras duermes;
Love; Hell; Sint; Attack the Block

Por Chema Pamundi

 

<A nivel temático, se podría decir que hoy la cosa ha ido de la incomunicación, de lo complicado que nos resulta muchas veces empatizar con nuestros semejantes. El psicópata de Mientras duermes vive absolutamente solo en su mundo de infelicidad y dolor, y solo se relaciona con los demás para verlos sufrir. El alucinado astronauta de Love ha quedado aislado en su pequeña estación espacial, hasta el punto de no saber si es la única persona que sigue viva en la galaxia. El pequeño grupo de supervivientes al holocausto climático de Hell salen pitando en cuanto ven a cualquier otro ser humano al que no conocen, pues saben que en circunstancias extremas el hombre es un lobo para el hombre. Y los pandilleros de Attack the Block rechazan mezclarse con cualquiera que sea ajeno al entorno callejero que controlan. Sí, también he visto Sint, pero va de un Papa Noel asesino y no sé cómo narices encajarla en este discurso. Con lo bien que me había quedado…

 

 

Mientras duermes (Jaume Balagueró. España, 2011

   Imagínense esta escena: César es el portero de tu edificio. César es, además, un psicópata (y él lo sabe de sobras): un tipo incapaz de ser feliz, y cuya única motivación para no recurrir al suicidio es asegurarse de que todos aquellos que le rodean (es decir, tú y los demás vecinos del inmueble) lleváis una vida tan o más miserable que la suya propia. A fin de lograr esto, César se colará en tu casa (al ser el portero, tiene las llaves de toda la finca), y te puteará a base de bien (por ejemplo, te inyectará veneno en el tubo de la pasta de dientes). ¿Y cómo hará para que tú no te enteres de lo que está haciendo? Ah, pues ahí está lo mejor del caso: porque lo hará Mientras duermes.

   Proyectar a las ocho treinta de la mañana una película tittulada Mientras duermes es jugarse el tipo e invitar al chiste fácil. Sin embargo, por razones que a mí siempre me han resultado un tanto inexplicables, Jaume Balagueró es un director que goza de un grandísimo favor del público (en cambio, en el caso de Luis Tosar lo entiendo mucho mejor). Resultado: llenazo en el Auditori. Repito que eran las ocho treinta de la mañana. Tiene mérito.

   Lo de Jaume Balagueró lo digo porque su cine siempre me ha parecido demasiado afectado, poco natural, dramáticamente insatisfactorio y argumentalmente ridículo (lo de Los sin nombre no tiene ídem; y de Darkness o Frágiles mejor ni hablemos). Para mí, su obra más redonda hasta la fecha era de largo REC., en la que opino que la colaboración con Paco Plaza logró de algún modo limar los defectos de ambos, y sacar a relucir unas virtudes que hasta ese momento habían brillado por su ausencia: intensidad y naturalidad.

 

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"Por mucho que se tape, adivino de dónde ha salido tanta ladilla"

 

   No sé hasta qué punto la experiencia de REC. llevó a Balagueró a replantearse su manera de hacer cine, pero el caso es que Mientras duermes supone, por fin, ese gran título que algunos llevábamos tiempo esperando para justificar toda la confianza depositada en el director de Lleida. Esta vez sí, Balagueró ha logrado aunar a la perfección su gusto por lo malsano con una encomiable contención narrativa, que funciona de principio a fin de la película sin traicionarse en ningún momento (antes ya lo intentaba, ya, pero la mayoría de las veces solo conseguía aburrir o frustrar al espectador).

   Quizás también tenga que ver en ello el haberse desembarazado de cualquier artificio fantástico (las tramas sobrenaturales de sus películas solían ser muy rebuscadas y poco efectivas), para centrarse en el horror de lo cotidiano, en una historia que hiela la sangre por su absoluta plausibilidad; un rigor del que Balagueró no se aparta jamás ni un milímetro (y mira que la tentación de acabarla con el típico clímax de peli de psicópatas debía de ser grande). No, Mientras duermes juega con todos los tópicos del thriller psicológico de suspense, pero en vez de caer en ellos los subvierte con notable habilidad (me gustaría ser más claro en este punto, pero no quiero meter la pata para quien tenga pensado ir a verla).

   De todos modos, al César lo que es del César, y es que aquí hay que dejar bien claro que el verdadero genio de la lámpara en Mientras duermes no es otro que Luis Tosar, un verdadero titán que, sin hacer nada demasiado espectacular, da otro de sus habituales recitales de verosimilitud interpretativa; en un papel que, por la parquedad y falta de empatía del personaje, debe de haberle resultado particularmente difícil de acometer. Tosar es el elemento decisivo para convertir esta notable cinta de suspense en un peliculón como la copa de un pino.

 

 

Love (William Eubank. E.U.A., 2011)

   La peli de las once de la mañana en el Auditori es la nueva adaptación de Jane Eyre (con Mia Wasikowska y Michael Fassbender de protagonistas), que dicen que está la mar de bien, que recuerda a El piano y que quizás incluso le caiga algún Oscar. No lo dudo en absoluto (de hecho, es muy posible que vaya a verla al cine), pero aquí estamos para cubrir un festival de cine fantástico, y la oferta es tan masiva que uno no puede permitirse el lujo de perder dos horas de vida útil viendo un drama histórico de amores imposibles en la pastoril campiña inglesa. Si fuera Jane Eyre y zombis o Jane Eyre contra Drácula, aún haría el esfuerzo, pero tengo entendido que no es el caso.

   Por desgracia, no obstante, mi plan "A" para esta hora tonta me ha fallado (Mientras duermes ha sido más larga de lo que esperaba y ya no he llegado al llego al Retiro para ver Starcrash, una space opera italiana de finales de los setenta que yo no conocía, y que me aseguran quienes la han visto que es la monda lironda), así que resignado chapoteo una vez más hasta el salvavidas de la sala de proyecciones. Allí me acabo metiendo entre pecho y espalda Love, enigmática sci-fi movie sobre la que me he cansado de leer reseñas elogiosas, y que por alguna misteriosa razón en Sitges 2011 ha sido marginada a un único pase (programado además a horas intempestivas, más propias de meterse en un after que en una sala de cine).

   Love narra la historia de un astronauta que está llevando a cabo una solitaria misión de rutina en la Estación Espacial Internacional, hacia el año 2034. Una situación de aislamiento que se convertirá en total cuando de pronto se corten todas las comunicaciones con el centro espacial, y el protagonista reciba un inquietante mensaje grabado que le advierte de que algo terrible ha pasado en la Tierra…

 

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"Ahora entiendo porqué en Moon no ponían nunca la lavadora..."

 

   Love es ciencia-ficción en su vertiente más críptica, arriesgada y filosófico-mística, a la manera de Moon, Solaris o 2001: una odisea del espacio (con las que guarda no pocos puntos de contacto, sobre todo a nivel estético). Aún ahora, mientras redacto estas líneas, la película me tiene indeciso. ¿Lo que he visto es una “masterpiece”, una tomadura de pelo, las dos cosas o ninguna? Pues no sé, oye. Sí puedo afirmar que Love me ha encantado a nivel visual (está llena de imágenes que quedarían preciosas como wallpaper en el escritorio de un iMac), y creo que incluso la he entendido bastante bien; al menos, todo lo entendible que pueda ser una historia que va saltando del astronauta aislado en su cubículo espacial, a una batalla a cámara lenta de la guerra de Secesión americana, y de ahí a una serie de monólogos de ciudadanos anónimos (un soldado, un bombero, un escritor...) que van hablando a cámara sobre la necesidad del ser humano de estar en contacto con sus semejantes.

   Por suerte todas esas narraciones paralelas acaban hilvanándose y cobrando sentido en el contexto de la película (o, de nuevo, eso me ha parecido a mí), pero su mensaje final tampoco es que digamos una revelación de las de caérsete las bragas al suelo. ¿Que el amor mueve el mundo? Pues ya ves tú qué cosa. Se ha quedado calvo, el tío. No, debe de haber algo más…

   De momento Love me resulta un misterio, pero tengo la extraña sensación de que a medida que pasen los días irá creciendo en mi interior hasta alcanzar el estatus de cult movie. En todo caso, está muy bien de vez en cuando ver películas que te peguen un meneo intelectual, que no se conformen con dar respuestas fáciles y que te hagan devanarte los sesos hasta mucho después de acabados los títulos de crédito. Cierro los ojos, y tengo la cabeza llena de imágenes de Love. Eso es buena señal.

 

 

Hell (Tim Felhbaum. Alemania, 2011)

   Estas peliculitas de “ni fu-ni fa” son las más antipáticas de comentar, porque no suelen tener nada destacable en un sentido ni en otro. Según nos cuenta la intro de Hell, en el año 2016 la Tierra se convertirá en una barbacoa global por culpa de un aumento de 10 grados en las temperaturas. Por lo visto, esto hará que la civilización se colapse y nos pongamos todos automáticamente a hacer el Mad Max. La barbarie, el horror, etc. Una cosa de locos, vamos.

   Este planteamiento, aún siendo un tanto estúpido, podría haber dado lugar a una historia interesante. Sin embargo, al parecer ni siquiera el propio director de la cinta (Tim Fehlbaum, que se estrena con Hell, y se le nota por todas partes) confiaba en sus posibilidades, porque a los diez minutos de metraje ya se desentiende por completo del entorno creado en el prólogo, y convierte Hell en una película de aventuras postapocalípticas de lo más estándar, que al principio parece una versión mal digerida de The Road y poco a poco va mutando a una especie de remake de La matanza de Texas. O sea, que todo el “bla-bla-bla” sobre el calentamiento de la Tierra no hacía ni puñetera falta.

   Aún así, eso no es lo peor. Lo peor de Hell es que carece de cualquier cosa similar a un guión. Es solo una acumulación de complicaciones que los protagonistas deben sortear, una sucesión de pantallas de Fallout. Empieza con un “in media res” y acaba con otro aún mayor, sin ninguna sensación de cierre, como si al guionista se le hubiera agotado la batería del portátil a medio escribir y hubiera dicho, “oye, ¿sabes qué? Así se queda”. Si Hell no fuera más que un capítulo de una serie televisiva en plan “Los Robinsones del Apocalipsis”, aún tendría un pase, pero como largometraje auto-contenido resulta una chorrada catedralicia.

 

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"Si no me quito el pañuelo, con un poco de suerte creerán que soy Mel Gibson"

 

 

Sint (Dick Maas. Holanda, 2010)

   Al leer en la parrilla del festival la presencia de esta película holandesa con Papa Noel como psicokiller venido del más allá para teñir de sangre las navidades, se me ha hecho la boca agua recordando un cómic que leí cuando crío titulado “Santa Claws”, en el que un monstruoso y deforme Santa destripaba niños a tutiplén (tanto si se habían portado bien como mal; lo mismo le daba). Sin embargo, lo que no recordaba es que en todo el norte de Europa Santa Claus es San Nicolás, un tipo con mitra y túnica que se parece más al Rey de Bastos de la baraja española que al afable gordito de traje rojo y barba blanca popularizado gracias a la empresa Coca-Cola. O sea, decepción.

   El director de la cinta es Dick Maas, que había caído en el olvido tras firmar hace dos décadas una cult movie como Amsterdamned: Misterio en los canales; y desde estas líneas vaticino que el hombre no tardará mucho en volver a dicho ostracismo (para respiro de todos), porque desde luego Sint es uno de los mayores churros que jamás haya dado el cine slasher.

   Cortita y al pie: Sint es lo que quedaría si mezclásemos sin ton ni son La noche de Halloween con La niebla (ambas de John Carpenter), y le pusiésemos de villano al Saruman de Las dos torres acompañado por toda su trouppe de Orcos (sí, me temo que no estoy exagerando ni un pelo: esa es la pinta exacta que tienen el fulano y sus esbirros). Seguramente es una película demasiado local, y hace falta ser holandés para verle la gracia. Aunque si yo fuera oriundo del país de los tulipanes, creo que Sint me produciría la misma sensación de vergüenza ajena que experimento ahora con películas españolas como Tuno negro.

 

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"¡Por el Concilio Blanco, la Palantir de Orthanc y los Puertos Grises!"

 

 

Attack the Block (Joe Cornish. G.B., 2011)

   Son las seis de la tarde, y toca la última del día: Attack the Block, una de las obras más esperadas por el público, como demuestra la cola que se extiende por todo el lateral del Auditori. Bueno, pues supongo que todos sabemos de qué va ésta, ¿no?: el asunto empieza con una invasión extraterrestre que por algún extraño motivo se circunscribe a un barrio marginal de Londres (durante la película este punto quedará sobradamente justificado). La mala suerte de los alienígenas, no obstante, es que nada más aterrizar les van a pisar el callo a una panda de delincuentes juveniles que no están dispuestos a dejarse amedrentar por nadie, venga de la galaxia que venga, y que defenderán su bloque de apartamentos a sangre y fuego.

   La definición más chisposa de lo que es Attack the Block se la he oído al propio director durante su discurso de presentación, cuando ha dicho “¿Habéis visto 8 millas? ¿Y Super 8? Pues esto es como si las mezclásemos las dos: ¡Super 8 Millas!”. Hay que reconocer que el gag le ha quedado ocurrente, y además resume de forma bastante certera el espíritu de la película, que en su tuétano es una actualización de los filmes de monstruos ochenteros como Gremlins y Critters, solo que en vez de los chicos buenos de barrio residencial que solían protagonizar dichas pelis, en este caso tenemos a unos marginales que en cuanto ven aparecer al primer marciano sacan las navajas y los bates de béisbol y le dan una tunda que lo ponen del revés.

   Attack the Block no pierde ni cinco minutos en exponer su trama: arranca a toda castaña y va presentando a los personajes de una forma orgánica conforme la acción avanza, sin necesidad de diálogos expositivos (excelente decisión). A las dos o tres escenas ya sabes cómo son todos los protas, y ya has elegido a tus favoritos (el mío es Pest, el delgaducho que va armado con una mochila atiborrada de cohetes y petardos). Así pues, lo que tenemos aquí es una comedia de acción con una solidez a prueba de bomba (sorprende que sea la primera película de su director) y un ritmo enloquecido, a tumba abierta.

 

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Los Goonies 2011 versión quincorra

 

   Es evidente que Attack the Block tiene unas miras demasiado cortas como para considerarla una obra maestra, pero cumple su objetivo (básicamente, divertir) con una suficiencia insultante, conectando con la audiencia a un nivel casi subliminal merced a pequeños detalles como el carisma natural de los actores, las inteligentes referencias pop que salpican los diálogos, la pegadiza banda sonora (mano a mano entre Steve Price y el dúo electrónico Basement Jaxx), o esos alienígenas de diseño sencillo pero ocurrente, que aprovecha al máximo el limitado presupuesto de la película (y rompe de una puñetera vez con el aburrido patrón “hiper-realista” por el que parecen estar cortados de un tiempo a esta parte todos estos bichos: véase Monstruoso, District Nine, Invasión a la Tierra, Skyline, Super 8…).

   El estallido de aplausos al finalizar la función ha sido el más espectacular de lo que llevamos de festival. Attack the Block gusta mucho, y gusta a todo tipo de público. Amigos, acaba de nacer un nuevo clásico del fantástico.

   Pues esto es lo que ha dado de sí la matraca de hoy. Dulces sueños y hasta mañana./>

 

 

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2 Respuestas

  1. Anónimo
    JOSÉ BLANCO REYES<br />Estoy de acuerdo, "Mientras duermes" es la mejor película de Balagueró. Sobria, contenida y soberbia, y nada efectista y/o gratuita. Le ha costado pero por fin lo ha conseguido.
  2. Anónimo
    Àlex<br />Comparto las crónicas que haces de Attack the Block (sublime!!! y divertida) y Mientras duermes película de mal rollo, Tosar y Etura de lo mejor. Quizás la niña poco creible. Saludos!

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