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LA JUNGLA: UN BUEN DÍA PARA MORIR comentario: El hombre de goma

   

El hombre de goma

John McClane: 10.000 millones de
maneras de morir, y ninguna sirve

Por Ray Zeta

 

<25 años y cinco películas. No sólo Arnold Schwarzenegger ha vuelto cumpliendo su palabra, John McClane también ha vuelto, y lo ha hecho al más puro estilo McClane: estando siempre en el lugar inadecuado en el momento más inoportuno, y destrozando más mobiliario urbano que una estampida de elefantes huyendo de un terremoto (tras 25 años, dice, aún no sabe si es él quien busca problemas o son los problemas quienes le encuentran a él). Además, claro está, de recibir tiros, hostias, caídas y trompazos por todos lados, hasta quedar hecho unos zorros, un pupas y un Cristo todo en uno. Porque si de algo puede vanagloriarse John  McClane es de seguir vivito y coleando, y sin un solo hueso roto, ojo morado o diente partido, tras cinco películas recibiendo estopa hasta en el carnet de identidad.

   Porque a lo largo de estas cinco entregas, John McClane ha sido objeto de todas las agresiones, ataques y accidentes dignos de figurar en un manual que bien podría titularse “10.000 millones de maneras de morir” (aunque ninguna funcione, añado yo). Se le ha disparado, acribillado y bombardeado; pegado, ahostiado, apalizado y golpeado tanto con puños como con armas contundentes, pinchantes y cortantes; arrojado, lanzado y tirado de cualquier altura, además de ser estrellado contra paredes, suelos, techos, puertas, ventanas, cristaleras o cualquier otra estructura arquitectónica; hasta se le han lanzado de la manera más cafre coches, furgonetas, camionetas, camiones, y toda clase de vehículos hasta llegar a los aviones. Y él nada. Saliendo en la siguiente escena con un chichón en la cabeza igual que Mortadelo, para ni siquiera acordarse de ello en la siguiente.

 

"Soy demasiado viejo para esta mierda"

 

   Y eso que el hombre ya cuenta 60 tacos. Y por eso claro, empieza a vérsele algo viejo y cansado. Los planos de su primera aparición en La jungla: Un buen día para morir así lo indican. Bruce Willis sale en ellos sin afeitar y sin su últimamente habitual cabeza afeitada, mostrando sin pudor canas en barba y sienes que le otorgan un aspecto más envejecido de lo acostumbrado. Toda una declaración de principios que se refuerza además con unas líneas de diálogo que mantiene con un compañero de la policía (mucho más joven, por supuesto, si no el contraste no funcionaría) en la que le habla casi derramando una lagrimita de su hijo mientras el compañero le llama “papi” y “abuelo” sin remilgos. El mensaje es claro: este John McClane ya no es aquel joven John McClane de treinta pocos años que nos encandiló a todos bailando claqué sobre cristalitos en la primera entrega, es un John McClane vivido, ajado y, en definitiva, crepuscular.

 

  "John McClane ha sido objeto de todas las agresiones, ataques y accidentes dignos de figurar en un manual que bien podría titularse ‘10.000 millones de maneras de morir’"  

 

   Y por eso también en esta quinta entrega va toda la película a rebufo de su hijo, que se erige como auténtico protagonista de la trama principal (una misión de espionaje en el corazón de Rusia). En La jungla 4.0 aún vimos a un John McClane que tomaba la iniciativa y tiraba del carro más vacilón que nunca, faltándole sólo sacarse la minga para demostrar que a huevos no le ganaba nadie. Igual amenazaba con inflar a hostias a un freak gordinflas que se negaba a obedecerle, que llamaba calvorota a un agente del FBI que no le atendía, que le vacilaba a un terrorista informático a punto de provocar el caos financiero mundial. En cambio en esta Un buen día para morir lo vemos más pausado, más comedido, más discreto… Con sus habituales frasecitas coñonas siempre a punto, sí, pero mucho más light que en las entregas anteriores mostrándose aquí menos irónico, mordaz y cortante, como un hombre mayor que cuando acude al médico deja hablar a su hijo.

 

"¡Esto es lo que yo llamo un fin de semana tranquilo!"

 

   Aún así quien tuvo retuvo, y aunque John McClane se vista de seda, John McClane se queda. Por eso en esta nueva entrega vuelve a obsequiarnos con una lección práctica de cómo se destroza más mobiliario urbano que con una bomba de neutrones, y a presentarnos un catálogo de agresiones, ataques y accidentes, mayor que todas las que conforman el que le practicaron a Jim Caviezel como Cristo en “La pasión de ídem”. Sólo empezar la peli protagoniza una persecución de coches por las autovías de Moscú que deja a la altura de un juego de airgamboys a la que filmó Michael Bay para Dos policías rebeldes 2 (sí, aquella en la que se iban arrojando coches desde el camión que los transportaba), para continuar con una caída libre atravesando plantas de un edificio digna de Kitty Pryde, con un canalículo de andamio utilizado a modo de tobogán que ni en el “Parque de atracciones John McClane”, para acabar entre espectaculares tiroteos con un vuelo sin motor desde un helicóptero a unas cristaleras, en una de las visiones más bellas que el ser humano es capaz de contemplar.

   Toda una gozada: volver a ver al inmortal John McLane interpretado por Bruce Willis recibiendo hostias por todos lados. Porque John McClane es un viejo amigo al que nos gusta visitar con cierta frecuencia para saber de él y ver cómo le va la vida, aunque sólo sea para que nos enseñe fotos de su hijo mientras presume babando de que es el primer agente ed la CIA de su promoción. Como cuando vemos a Indiana Jones blandir su látigo, a Ethan Hunt autodestruir sus mensajes en cinco segundos, o a Ellen Ripley entreteniéndose sentada en un banco del parque echándoles miguitas de pan a cachorros de alien. Sólo que cuando visitamos a John McClane debemos ponernos un casco de albañil reforzado de adamantium para protegernos de los escombros que vuelan por las explosiones, los cristales que salen propulsados por las ráfagas de disparos, y los coches o aviones que son lanzados como armas arrojadizas. Porque nosotros, a diferencia de él no somos de goma, pero aún así, arriesgando nuestra propia integridad física, ya esperamos que regrese con una sexta Jungla de cristal, con o sin hijo./>

 

 

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