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STEVEN SPIELBERG reportaje: Spielberg y los extraterrestres

   

Spielberg y los extraterrestres

No estamos solos en el universo, estamos con
los extraterrestres del cine de Steven Spielberg

Por Chema Pamundi

 

Encuentros con entidades

   <Uno de los bulos más extendidos en Hollywood es que Steven Spielberg, cuando era niño, vio un platillo volante. Como ya digo es un bulo, pero lo que sí es verdad es que desde pequeño Spielberg ha sentido una sincera afición por los ovnis y las supuestas visitas extraterrestres a nuestro planeta. Aunque con los años se haya acabado convirtiendo en un escéptico bastante razonable, lo cierto es que hasta bien entrado en la treintena defendió apasionadamente la veracidad de los avistamientos de objetos volantes no identificados, los testimonios de abducciones, los círculos en los sembrados, las conspiraciones gubernamentales para ocultarnos “la verdad” (llegó a pedir públicamente al presidente Jimmy Carter que su gabinete dedicase una partida especial para la investigación ufológica) y todos los tópicos vinculados al fenómeno ovni.

   Por supuesto, Spielberg trasladó en cuanto pudo esta fascinación a su cine. Y a lo largo de los años lo ha seguido haciendo con cierta regularidad. Pero no como una simple estrategia comercial para reventar las taquillas, ni para mostrar los últimos alardes técnicos en el campo de los efectos especiales, ni siquiera con la voluntad de renovar temáticamente el cine de ciencia-ficción. Lo ha hecho, en primer lugar, para exorcizar todas sus frustraciones de la infancia, y en segundo lugar para exponer al mundo una auténtica teoría filosófica y vital absolutamente personal. Vamos a comprobarlo.

 

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Años 50 y 60: de niño rarito a jovenzuelo aún más rarito

 

 

Spielberg por Spielberg

   A diferencia de la mayoría de cineastas con vocación de mito (y Spielberg claramente lo es), que siempre intentan abarcar en sus películas los “grandes temas” de nuestra sociedad, el tema común de la mayoría de películas de Steven Spielberg no es otro que Steven Spielberg. En efecto, la gran mayoría de su filmografía no es más que una especie de puzzle autobiográfico sobre su infancia (y sus sueños de infancia). La infancia “normal” del niño Spielberg se hizo pedazos cuando sus padres se divorciaron. Steven nunca superó este trauma y se convirtió en un niño retraído, asustadizo (en el colegio era constante objeto de burlas, y se llegó a ganar el apodo de “el retrasado”) y solitario, que devoraba con avidez escapista películas y series de televisión como Alfred Hitchcock presenta o The Twilight Zone.

   Así, no es raro que la principal característica de la mayoría de las películas de Spielberg (y en especial las de género fantástico o de aventuras) es que estén protagonizadas por niños, o por “hombres-niño” (adultos algo inmaduros) que guardan muchas similitudes con él. Él es, por supuesto, el Elliott de E.T. y el David de I.A.; un niño de vida aburrida y familia desestructurada que necesita desesperadamente vivir una aventura y encontrar un amigo. Pero él es también el héroe común y corriente (el hombre-niño) que sale adelante a pesar de pasar por una situación que le supera (Indiana Jones, el sheriff Brody de Tiburón, o el protagonista de La guerra de los mundos).

 

  "Llegó a pedir públicamente al presidente Jimmy Carter que su gabinete dedicase una partida especial para la investigación ufológica"  

 

   La segunda característica clave de la filmografía de Spielberg es su visión negativa de la figura paterna (su padre abandonó el hogar tras el divorcio). Sus películas están plagadas de familias disfuncionales, en las que el padre no aporta soluciones (Encuentros en la tercera fase, Tiburón, Hook, La guerra de los mundos), o simplemente no está presente cuando más se le necesita (E.T., El imperio del sol, I.A., Atrápame si puedes). Para encontrar en la filmografía del director un “buen padre”, que haga lo que se espera de él, hay que bucear bastante.

   Trasplantadas al cine de y sobre extraterrestres, las dos características antes descritas han llevado a Spielberg a desarrollar una curiosa teoría pseudo-filosófica que viene a decir que los niños, por estar menos corrompidos que sus padres y observar el mundo siempre con ojos nuevos, son capaces de llevar más lejos sus sentimientos, de comunicarse más profundamente a un nivel emocional y no verbal. Y que posiblemente, cualquier forma de vida más avanzada que el ser humano funcione de la misma forma. Si la perfección es la pureza, y la pureza viene representada por los niños, cualquier criatura inteligente más pura que nosotros tendrá mayores facilidades para comunicarse con un niño que con un adulto. Por tanto, para poder evolucionar, debemos recuperar la ingenuidad de la niñez, convertirnos en hombres-niños. La primera ocasión que tuvo Spielberg de plasmar esta teoría en imágenes llegó en 1976...

 

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Años 80 y 90: de rey Midas revienta-taquillas a rey Midas aún más revienta-taquillas

 

 

Primer contacto: Encuentros en la tercera fase

   Muchas veces se ha acusado a Encuentros en la tercera fase de encarnar una nueva forma de cine religioso, y desde luego lo tiene todo para ser interpretada así. Se trata de una película mesiánica con un mensaje que transmitir, y con una estructura narrativa parcialmente inspirada en 2001, una odisea del espacio (la película mesiánica por excelencia). De hecho, Encuentros... alcanza a ser poco más que una versión de 2001 “para los que no entendieron 2001”, con todas las claves bien masticaditas y sin margen de maniobra para que el espectador la interprete libremente. Encuentros en la tercera fase es una película que quiere evangelizar. Tiene momentos de gran cine, pero su mensaje es obvio, impaciente, algo simplón, y en definitiva propio de un director al que todavía le falta un hervor y que se ha formado en la era de los spots publicitarios, donde cada idea tiene que ser transmitida de manera directa, concisa y sin sutilezas.

   La película se centra en dejar perfectamente claras de principio a fin las teorías de Spielberg ya descritas sobre la pureza de la niñez, y sobre la necesidad de los adultos de alcanzar el estadio de hombres-niños para evolucionar. Los personajes que mayor compenetración logran con los extraterrestres en Encuentros en la tercera fase son Barry, el niño de cuatro años, y Roy Neary (Richard Dreyfuss), el electricista que obra de personaje central del filme. Barry y Roy son respectivamente el niño y el adulto (hombre-niño) que Spielberg querría haber sido. Y cuando finalmente Spielberg nos muestra a los extraterrestres, ¿qué aspecto les otorga para remarcar que se trata de seres más avanzados que nosotros? Efectivamente, aspecto de niños.

 

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Aunque niños muy feos, eso sí

 

   Los extraterrestres de Encuentros... forman parte del mismo entorno fantástico que puebla los cuentos infantiles. Por eso los niños (Barry), o los que piensan como un niño (Roy), son incapaces de sentir miedo ante ellos. Los ven, más bien, como compañeros de juegos. Cuando los extraterrestres asaltan la casa del pequeño Barry, éste se muestra maravillado (incluso exclama “¡juguetes, juguetes!” cuando ve acercarse a los ovnis), y luego hace todo los posible por dejarles entrar en la casa y largarse con ellos, ante la desesperación de su aterrorizada madre (una adulta que no comprende lo que ve, y por lo tanto lo teme). Al final de la película, cuando Barry baja de la nave y los extraterrestres se marchan, el niño llora desconsoladamente.

   Respecto al electricista Roy Neary (uno más de la larga lista de héroes corrientes del cine de Spielberg), su nivel de percepción está muy cercano al del pequeño Barry. Roy juega con trenes eléctricos y quiere llevar a sus hijos a ver Pinocho (estos se niegan, alegando que no es más que “una estúpida película clasificada para niños”). Frente a su capacidad para sumergirse en el mundo infantil, Roy tiene que lidiar con una familia que no le comprende. Su mujer cree que está loco, y sus hijos carecen de la ingenuidad que según Spielberg habría que preservar en los niños. Los hijos de Roy son egoístas y violentos, corrompidos por el mundo adulto (y por eso desprecian una película como Pinocho). La naturaleza de hombre-niño de Roy Neary queda perfectamente fijada en la escena final de la película, cuando, mientras Roy sube a la nave extraterrestre, John Williams intercala en la banda sonora acordes de “When You Wish Upon a Star”, la canción de Pinocho que habla de los deseos que se hacen realidad cuando los formulas al ver pasar una estrella (o sea, un ovni; ya hemos dicho que la película no es precisamente sutil).

 

  "Encuentros en la tercera fase alcanza a ser poco más que una versión de 2001 `para los que no entendieron 2001`"  

 

   El tercer personaje de Encuentros en la tercera fase que “conecta” con los extraterrestres es Claude Lacombe, el científico interpretado por Françoise Truffaut (Truffaut, aparte de ser un mito viviente para Spielberg, estaba considerado uno de los directores que mejor había plasmado la angustia y la incomprensión del mundo infantil por parte de los adultos; baste recordar El pequeño salvaje o Los cuatrocientos golpes). Lacombe representa en el filme la pureza de la ciencia, equiparable a la pureza de la infancia. Lacombe es el eslabón de conexión entre el escepticismo de los adultos y la percepción intuitiva de los niños. No es capaz de “sentir” a los extraterrestres como Roy o Barry, pero los respeta, los comprende y se esfuerza por abrir su mente y establecer comunicación con ellos. Adopta la actitud que según Spielberg todos deberíamos adoptar de inicio para alcanzar la “iluminación”.

   La pasión de Spielberg por “iluminar” a la audiencia con este mensaje le llevó a enfrascarse por completo en la película, trabajando al límite de los plazos de rodaje y dinamitando el presupuesto previsto (que pasó de 8 a 20 millones de dólares). Spielberg estaba jugando con fuego, porque la Columbia se encontraba al borde de la quiebra y ningún director hubiese sobrevivido a un batacazo comercial que se llevase por delante a una “major”. Sin embargo, Encuentros en la tercera fase representó, como ya todos sabemos, un verdadero bombazo de taquilla y un fenómeno social que hizo reverdecer el interés por la ufología y la estética new age (hasta los mismos testimonios de contactos con ovnis empezaron a describir naves misteriosamente parecidas a las filmadas por Spielberg en la película). No obstante, tras unos años de fiebre extraterrestre la pelota se desinfló, y se demostró que lo único que Encuentros en la tercera fase había dejado tras de sí era un espectacular avance en el desarrollo de los efectos especiales en el cine. Pero lo importante para Spielberg, el mensaje, no había terminado de calar. Hacía falta ser más contundente. Hacía falta E.T..

 

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Más que nada para amortizar el pastón que había costado la nave...

 

 

 

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