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Los 7 Samuráis: Reloaded Es que los 7 Samuráis siempre fueron 13, pero nunca Por Chema Pamundi |
<Japón, a mediados del siglo XIX. El largo periodo de paz del Shogunato peligra por culpa de Naritsugu, un sádico señor feudal (usa a niños como blanco para practicar el tiro con arco, viola y mutila mujeres por simple deporte...) que aspira a hacerse con el control del país para volver a sumirlo en la guerra civil (se conoce que el hombre se aburre). A fin de intentar evitar tan siniestro panorama, el samurái Shinzaemon ha decidido reunir a un equipo de espadachines de élite (los trece asesinos del título), que den muerte al hijoputa de Naritsugu...
Escribir en el Diario de Venusville es una actividad que bascula constantemente entre el subidón y la frustración, igual que un péndulo. Subidón, porque nace del amor desmedido que los colaboradores de esta web sentimos hacia el cine fantástico, un amor engendrado y alimentado gracias a una larga serie de películas de los 70 y los 80, que entre todos hemos elevado a la categoría de mitos (ya saben: aliens que te salen del pecho, imperios que contraatacan, arcas perdidas, coches tuneados para viajar en el tiempo…); y frustración, porque la cruda realidad es que la mayoría de las veces tenemos que acabar arremangándonos y escribiendo sobre estrenos que van de lo mediocre a lo directamente lamentable (toca tragarse muchos “Airbenders”, “Sucker-Punchs” y “Skylines” al cabo del año). Por eso, cuando a uno le cae en suerte hacer la crítica de una película que le colma por completo y que está llamada a convertirse en un clásico en su género, la sensación resultante es lo más parecido a un orgasmo intelectual. A mí me ha pasado con 13 asesinos, la última del incombustible Takashi Miike.
"Creo que hicimos muy bien en borrarnos la flecha de la frente"
Para quien no le conozca (porque fuera de Japón la mayor parte de su filmografía solo puede verse en festivales o en DVD), Takashi Miike pasa por ser el director más prolífico del mundo (ochenta y pico películas en veinte años de carrera; hagan cuentas…), un verdadero camaleón que ha tocado todo tipo de palos desde la animación infantil (Yatterman), hasta el cine de bandas de instituto (Crows Zero), el de yakuzas (la saga Dead or Alive, Ichi the Killer…), el spaguetti western (Sukiyaki Western Django), el terror adolescente (Llamada Perdida), el torture porn (Imprint, Audition…), o el thriller surrealista a lo David Lynch (Gozu).
Lo que no había hecho nunca hasta la fecha (o al menos no teníamos constancia de ello) era lo que en Japón se conoce como un “chambara”, una película de aventuras samuráis de corte clásico, totalmente contenida a nivel narrativo y estilístico y referenciando con una elegancia brutal a los grandes maestros de dicho subgénero, desde Kenji Misumi hasta Akira Kurosawa (fijo que ambos hubieran disfrutado como enanos viendo 13 asesinos). De hecho, aunque la película sea un remake de otra versión de 1963, puede entenderse perfectamente como una revisión apócrifa de Los 7 Samuráis, con las únicas diferencias de que en este caso los protagonistas son trece, y que la oposición no es un grupo de bandidos comunes sino la guardia personal de 200 soldados profesionales que escoltan a Naritsugu. O sea, Los 7 Samuráis con esteroides.
"13 asesinos es por fin la puta obra maestra que muchos pensábamos que Miike Takashi acabaría dirigiendo algún día" |
La película se divide en dos mitades muy claras, a cual mejor: la primera parte nos cuenta con una creciente sensación de calma tensa el trasfondo de la historia, el reclutamiento de los trece valientes héroes y la preparación de su ataque (rollo Doce del patíbulo), mientras que la segunda parte es la batalla en sí, una larguísima escena de acción (casi tres cuartos de hora de katanazos y explosiones) que deja al espectador extenuado. En ambas partes Miike lo filma todo con la misma simplicidad y naturalismo, algo cuanto menos sorprendente si nos atenemos al tono pasado de vueltas que ha venido demostrando en gran parte de su cine. 13 asesinos está dominada por una sutil paleta de colores, unos actores perfectamente sobrios y una cámara que evita cualquier estridencia a fin de envolvernos como una manta y meternos dentro de la pantalla. Más que mirar una película, es como si viajásemos en el tiempo para espiar un verdadero momento histórico.
La mencionada macro-batalla final está sin duda entre lo mejor que haya dado jamás el género, y nos descubre a Miike Takashi como un maestro absoluto de la planificación, el montaje y la puesta en escena. El director divide la lucha en una serie de viñetas que se van alternando para mostrarnos cómo le va la fiesta a cada uno de los personajes principales, y de este modo mantiene una constante sensación de tensión e impredecibilidad (no sé ni cuánto tiempo hacía que no veía una ensalada de hostias como ésta con el corazón en un puño, sin saber realmente si los buenos van a acabar salvando el día o van a ser masacrados). Más meritorio aún, en medio del espatarrante torbellino de violencia que barre la pantalla, Miike logra mantener el foco de la historia centrado en todo momento: la cámara parece estar puesta siempre en el mejor lugar posible, y las escenas a base de planos largos se entienden perfectamente, lejos del irritante montaje picadito y efectista con el que nos castigan muchas pelis de mamporros modernas, en las que uno pierde cualquier referencia espacial y acaba mareado (entre los actuales directores de blockbusters hay una lamentable tendencia a confundir la histeria con el dramatismo).
"Te digo que no me apuntes a la cabeza que esto no es una película de John Woo"
Las cosas, en cine, rara vez suceden por casualidad: el tono ultra-realista que Takashi se ha preocupado por imprimir a la narración en los dos anteriores actos, construyendo a sus personajes a partir de rasgos arquetípicos (al fin y al cabo son héroes de acción), pero dotándolos de profundidad y numerosos matices, hace que conectemos por completo con ellos, que entendamos el código de honor que los mueve y que suframos con sus penurias. Cuando la sangre empieza a anegar la pantalla, cada una de sus muertes nos llega al alma.
Aprovechando al máximo el formato panorámico y la preciosa paisajística del Japón rural, con un diseño de producción que quita el hipo en todos los sentidos (decorados, vestuario, maquillaje, atrezzo...), un villano realmente odioso (al lado de semejante CABRONAZO, Sauron o Darth Vader parecen dos malos de Mortadelo), un grupo de héroes a cual más chanante y carismático, unos diálogos a base de sentencias que cortan como el filo de una katana (“No importa que pierdas tu vida, pero haz que el enemigo lo pague”), y un clímax por el que directores como Michael Bay o Zack Snyder venderían su alma al diablo, 13 asesinos es por fin la PUTA OBRA MAESTRA que muchos pensábamos que Miike Takashi acabaría dirigiendo algún día (viva la madre que lo parió). Damas y caballeros: cine total./>
INFORME VENUSVILLE |
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Sentencia Quaid: Venus Hall of Fame |
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Recomendada por Kuato a: quien quiera volver a experimentar la misma sensación de placer cinéfilo que tuvo la primera vez que vio Los 7 Samuráis, Yojimbo o Zatoichi. |
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No recomendada por Kuato a: quien espere saltos mortales estilo Jet Li, chistes de artes marciales estilo Jackie Chan, o cabriolas con cables estilo La casa de las dagas voladoras. |
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Ego-Tour de luxe por: que Miike Takashi parece decidido a recuperar este tipo de cine que estaba en decadencia desde los ochenta (y que en Japón es una herencia cultural como los westerns en occidente). Ya tiene lista la siguiente: Hara-Kiri, Death of a Samurai. | |
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Atmósfera turbínea por: lo poco que va a durar en los cines (no lo duden, todavía queda mucha mierda que estrenar este verano…). Así que corran a verla, porque 13 asesinos es un espectáculo que sin duda merece ser disfrutado en una pantalla lo más grande posible. |
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